Sídney, Australia. – (Agencias) Australia se había mantenido como un país ejemplar desde la aparición del Covid-19 en la primavera del año pasado.
El país fue capaza de mantener algo muy cerca de lo normal, sin tener que bajar cortinas y cerrar puertas a su economía, ni sentir el drama humano que vivieron los europeos y estadounidenses.
La mayoría de la población continuó asistiendo a los restaurantes y bares, haciendo sus salidas nocturnas, mientras buena parte del mundo tenía que resignarse con esperar el fin de la pandemia.
Sin embargo, y a pesar de que sus cifras son encomiables, 35,000 positivos y 925 fallecidos, la aceptación que ha recibido la gestión del gobierno se empieza a resquebrajar.
El pasado fin de semana, las protestas se apoderaron de las calles de Sídney, Melbourne y Brisbane, contra el confinamiento decretado las últimas semanas en varias regiones del país, como parte de la estrategia para frenar la contagiosa variante delta.
Al grito de “¡Libertad!” y “¡Fuera cubrebocas!”, miles de personas marcharon en varias ciudades del país principalmente en la capital Sídney, un reflejo del rechazo a las medidas que vuelven a establecerse como defensa contra la variante delta.
Mas de un centenar de personas fueron detenidas durante las protestas.
El primer ministro, el conservador Scott Morrison, se refirió a las protestas: “Déjenme que hable de lo que vimos ayer en Sídney. No hay duda de que fue egoísta y contraproducente. No sirvió de nada”.
La capital lleva seis semanas con movilidad restringida, un confinamiento que afecta en este momento a la mitad de la población australiana, cuando otros países se recuperan poco a poco gracias a su campaña de vacunación.
En Australia sucedió al revés. Durante meses la isla apenas notó el impacto del Covid-19, después de que el gobierno cerrara las fronteras a los viajeros extranjeros y aplicara fuertes medidas de confinamiento en hoteles a los ciudadanos que regresaban al país.
Estas medidas se combinaron con uno de los sistemas de rastreo del virus más efectivo del mundo. Acompañados con confinamientos selectivos y localizados, activados cuando se detecta unas decenas de positivos y levantados a veces en solo tres días.
Sin embargo, la variante delta ha reactivado la propagación del virus y ha puesto de manifiesto la lentitud con la que se está vacunando a la población.
Solo el 15% de la población ha recibido la dosis completa en Australia, lo que lo coloca en los últimos lugares dentro de los países de la OCDE.
Recientemente, el ministro de Salud del estado de Nueva Gales del Sur, Brad Hazzard declaró que “la situación en que nos encontramos se debe en gran medida a que no hemos sido capaces de obtener las vacunas que necesitamos”.
Los problemas con el suministro, el exceso de confianza del gobierno y la preocupación original sobre los efectos trombóticos de la vacuna AstraZeneca han frenado la vacunación de la población.
