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Bolivia, el regreso.

Si uno pudiera dar marcha a tras al tiempo, y nos situáramos ese 10 de noviembre de 2019, cuando Evo Morales renunció a la presidencia de Bolivia, “invitado” por la cúpula militar, nos daríamos cuenta de cuan lejana estaba la realidad de aquellos que celebraron la caída.

La intervención de la OEA, el propio presidente de Estados Unidos, y desde luego de la iglesia católica, lograron el viejo anhelo de sacar a ese “indio comunista” que gobernaba con los pueblos originarios, y con Pachamama, el símbolo de la teología indígena boliviana. Funcionó apoyados en la decepción de una presidencia que no supo leer el referéndum y que se aferró al poder. 

Bajo una elecciones tildadas de fraudulentas, como resultado de la caída sospechosa del sistema de resultados rápidos en la noche de ese domingo cuando Evo Morales encabezaba la votación y su más cercano contrincante, Carlos Mesa, se acercaba a la posibilidad de una segunda vuelta, la oposición logró amalgamar el descontento y la decepción de la clase media. 

Con la oposición en las calles, la respuesta de Evo Morales fue sacar a las fuerzas del orden para tratar de sofocar las manifestaciones, pero la suerte estaba echada, los militares tomaron el poder. Con la irrupción de Fernando Camacho, un personaje obscuro, que sacó a las calles brigadas de choque de jovenes pagados contra los seguidores de Evo, se conjuró la caída final. 

Todo parecía marchar como reloj para establecer otro gobierno, uno que diera el golpe definitivo al Movimiento al Socialismo.Sin embargo, los golpistas asaltaron el poder con la ambición de borrar la memoria colectiva. Ejercieron contra el pueblo la violencia física, psicológica, la muerte -las masacres de Sacaba y Senkata son fríos testigos- el encarcelamiento a los seguidores de Evo, las amenazas constates de la extrema derecha y el saqueo del país a manos de quienes habían juzgado de corrupto a Evo. 

Sin duda, esos fueron factores que pusieron en el camino el triunfo del MAS. Pero hubo otros factores que influyeron en laspasadas elecciones: la corrupción y la pandemia. Estos factores hicieron que muchos que se habían decepcionado de Morales regresaran de la mano de quien fue el arquitecto del desarrollo económico de Bolivia: Luis Arce. 

Pero sobre todo la clase media, que había surgido gracias a las políticas económicas y sociales del Gobierno de Morales, y que había sido factor fundamental, hacía casi un año, de la fuerza de las protestas. 

Desde su llegada al poder, el Gobierno golpista basó su discurso en golpear al MAS. A varios dirigentes se les prohibió presentarse a las elecciones, incluyendo a Morales acusado de fraude, e incluso se buscó anular la sigla política de su partido.

Esta elección fue un referéndum a favor de Evo Morales. El expresidente, que fue “invitado” a dejar el poder por la cúpula militar, que fue perseguido judicialmente pensando que eso lo doblegaría, recorrió dos países en su peregrinar, se persiguió a su familia y amigos, se siguieron instrucciones desde Washington, y nunca claudicó. 

Aquel 10 de noviembre de 2019, Evo Morales dijo, mientras dimitía como presidente forzado por la cúpula militar de Bolivia: “Volveremos y seremos millones”. Once meses más tarde, sus palabras se convirtieron en una realidad, mucho antes de lo que muchos creían.