Cultura

Borges nos inunda con palabras, por Miguel Ángel Gómez

1) Oficio de crear algo meciéndose adelante y atrás en una Ciudad de ritmo. Escribir sobre la risa que no es llanto. El pobre desconocido. Soy el pobre desconocido. Las catástrofes, con un movimiento incesante, andan como sardinas golpeando con el látigo. Yo soy el pobre desconocido. La poesía, al llegar a la puerta de mi casa, casi trota. Los sueños se enroscan antes de ajustarse lo debido. Plaga de labios en el solitario ir y venir de los pensamientos y los lirios. Soy el pobre desconocido. Árboles frondosos, el alboroto de las águilas que necesitan hablar de sí mismas. Lo estoy contando todo, el trago amargo. Poco a poco. La nieve llega ininterrumpidamente todo el día y toda la noche. ¡La nieve! Soy el pobre desconocido.

2) Las tablas de la ley me dicen: “No es un mal modo de pasar el tiempo la escritura”. “Vete a la carretera y déjate deslumbrar por los faros!”. “¡Eh, pobre desconocido, las tablas de la ley hablamos en serio!”. Los versos extraordinarios han pasado. ¡Los versos! Los textos quedan vacíos como una calabaza. Las aves cantan por encender el fuego primero. Las tablas de la ley no se unen contra el agresor, ríen ante la situación. Prolongación de tumbas, páginas sobre los sueños. Las tablas de la ley dicen mirando fijamente: “Interpreta tu triste melodía para nosotros”.

3) En El Aleph leo que a Borges la urgencia de la sed le hace temerario. Se tira montaña abajo con sus méritos y deméritos. La arena le acaricia la nuca. Tiene las manos atadas a la espalda. Borges nos inunda con palabras. Las noches y los días ruedan sobre él. Con expresión triste y solitaria en sus ojos claros tiene la sensación de abandono.

4) Que no sé si alguna vez quise no alejarme de la bárbara aldea de la que habla Jorge Luis Borges. En ella está la declinación de la tarde, los hombres manifiestan todas las formas de vida emergiendo de los pozos y de las grietas.