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De la A a la Z

Allá por 2009, si mal no recuerdo, se terminó de construir el Teatro de la Ciudad de Monclova. Después de más de un año de trabajos para realizar aquel maravilloso teatro, por fin se llegó el día en que tenía que fijarse fecha para inaugurarlo. El gobernador me recomendó que para el espectáculo de apertura llamáramos a Susana Zavaleta, por ser ella originaria de esa ciudad. Luego supe que ella se lo había pedido al gobernador y él, como buen caballero, no pudo negarse.

Se puso en contacto conmigo la secretaria particular de la cantante, con quien yo ya había tenido contacto pues en otro momento le ayudamos a obtener el teatro Telmex de México para que presentara un disco que había grabado. En esa ocasión me trasladé a la capital y asistí a la presentación de su álbum, y me acompañaron el representante del Gobierno de Coahuila en la Ciudad de México y varios funcionarios más. Al final del evento hubo un brindis y la secretaria de Zavaleta nos llevó al salón. La también actriz estaba platicando con reporteros de espectáculos. Al entrar, su secretaria le comunicó que yo era el representante del Gobernador de Coahuila, y ella, llevándose una mano al pecho, exclamó: “¡Qué terror!”, y los periodistas se rieron. Me acercaron los micrófonos para captar mi contestación: “Usted lo sabrá mejor, señora, pues usted es de allá, y su hijo también es coahuilense”. No le gustó mi respuesta. Yo, sin decir nada ni despedirme, me retiré del lugar. Su secretaria nos alcanzó afuera para pedir disculpas.

Volviendo a lo del Teatro de Monclova —considerado uno de los mejores del noreste del país por su edificación y el equipamiento que tuvo, y objeto de muchos reportajes de conocedores—, “limando asperezas” la contratamos para la inauguración y ella ofreció el espectáculo que tenía montado en esos momentos con el gran cantautor Armando Manzanero, llamado “De la A a la Z”. A mí me gustó mucho la idea pues Manzanero era ya una leyenda.

Hay que recordar que en esa época teníamos muchos problemas de seguridad, y el teatro estaba resguardado por el ejército y por la policía estatal. Para poder entrar al edificio se tenían que presentar unos pases que elaboramos, y para el ensayo de la Zavaleta y el maestro Manzanero se los hicimos llegar al hotel.

Estábamos a medio día en espera de Susana Zavaleta para el ensayo, el maestro Manzanero, los músicos, los técnicos, el gobernador —que amablemente asistió para saludar a los artistas— y yo. De pronto, escuchamos mucho alboroto y supimos que había llegado la artista. Estaba fúrica. Se le habían olvidado los pases de seguridad, y tuvo que mandar por ellos para que la dejaran pasar, y más enojada estaba porque el personal del ejército no la reconoció. Ya viendo al gobernador y al maestro Manzanero, se calmó. Luego de un rato de plática, el gobernador se retiró para que los artistas ensayaran y dieran las instrucciones pertinentes al personal técnico para la presentación de esa noche.

La secretaria de Zavaleta y yo sólo nos veíamos a los ojos y nos entendíamos, recordando los momentos del evento de la Ciudad de México.

Finalmente se llevó a cabo la inauguración. A medio espectáculo —yo no sé si estaba en el guion—, Manzanero se burló de su propia baja estatura al decirle a la cantante: “Durante el show no le había visto la cara”. Zavaleta era mucho más alta que el cantautor, y él, obviamente, hacía aludía al pecho de la cantante que le impedía verle el rostro. Todo mundo entendió la broma y se rio mucho.

En el intermedio, Zavaleta bajó del escenario. Yo estaba sentado en la primera fila, justo donde desembocaba la escalera. Me reconoció y dijo que había gente que había tratado de boicotearla a mediodía, luego se sentó en mis piernas (tengo la fotografía que avala mi dicho), y queriendo hacer reír al público dijo: “Siento que está muy inquieto”. Le respondí: “No estoy inquieto, lo que siente es la nueva hebilla que traigo”, con los cual sí se rio el público. Ella, entonces, se levantó rápidamente y siguió saludando al público, caminando entre las filas.