Este 30 de agosto se conmemorará el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, un día de lucha y mucho dolor.
La desaparición forzada es un delito con el que los mexicanos hemos sido obligados a vivir desde hace varios sexenios presidenciales, y que afortunadamente no hemos aceptado como una normalidad.
La forma de buscar a los desaparecidos ha cambiado. La comunicación efectiva e inmediata ha permitido conectar a los familiares de desaparecidos de todas las entidades, y las madres buscadoras logran organizarse para picar la tierra de todo nuestro territorio nacional buscando restos humanos.
He conversado con madres que tienen a un hijo o hija desaparecido desde hace dos días, o con quienes buscan desde hace 10 años, y la fe es exactamente la misma: sólo un cuerpo puede apagar esa esperanza de encontrar con vida.
Hoy, si tu ser amado desaparece, primero recurres al apoyo de la comunidad mediante redes sociales y luego buscas a las autoridades.
En el mejor de los casos, las fiscalías no atienden las denuncias, y en el peor, están involucradas.
Ojalá y un día, el 30 de agosto crezca tanto como movimiento, que detenga el tráfico, llene las calles de gente en protesta, y ocupe a las autoridades de los tres órdenes de gobierno.
Mientras tanto, que Dios bendiga a cada uno de los seres humanos que buscan a su gente.