CulturaLado B

El amigo de Virginia Woolf 4

El poema es una casa en Santander

La poesía era como una niña que mantenía la esperanza. La señora Woolf comentaba que en su infancia leía las historias de los faraones y le impresionaba la sabiduría de Cleopatra. Sus pesadillas eran murmullos en las paredes, aunque no pudiera conciliar el sueño, pensaba que los jinetes del apocalipsis eran agradables para su imaginación. Miguel constataba que los libros eran su debilidad y Virginia tímidamente lo veía. Era alucinante la armonía de una charla con encantamiento. El poeta, le preguntaba: —¿Cuál era el secreto para convertirse en una inmortal? — no había respuestas, la huella de la trascendencia no tenía palabras. Escribir sus sentimientos era una forma de vida.

Le agradecía su hospitalidad, ella le regalaba un libro y le ponía una dedicatoria que decía: “Miguel Ángel Gómez, no olvides que la poesía es una filosofía. Con afecto y cariño Virginia Woolf”. El aire estaba frío, ella sonreía. Afuera se escuchaba el viento y por la ventana se podía ver como volaban las mariposas. La charla entre Virginia Woolf y Miguel Ángel Gómez, es un relato imaginario que escribí en honor a los dos poetas. Tuve el gusto de leer el libro La polilla oblicua. Editado por BajAmar editores. La obra consta de 69 páginas.

“La clave de la realidad se oculta

en la estera de las fantasías”.

Miguel Ángel Gómez