CulturaLado B

El amigo de Virginia Woolf

El poeta de Virginia Woolf

Virginia veía por la ventana a unas mariposas, en su escritorio estaba un libro de Rimbaud y el ambiente era hospitalario. Frente a ella estaba el poeta de Oviedo, era romántico verlos ensimismados en una conversación. Él la miraba como un tigre y ella le hablaba con un acento que le producía ensoñaciones. La habitación era de madera y con ventanas apolilladas. El sol alumbraba la pureza y el vestido blanco. La señora Woolf era una señora hermosa, su nariz era respingada y sus ojos grandes. Su cara era alargada y exquisita. De busto pequeño y brazos largos. La escritora le confesaba su admiración por el filósofo Sócrates y de fondo se escuchaba la música de Mozart que armonizaba. Miguel sentía plena confianza y sonreían como si se conocieran. Ambos comprendían que lo esencial era sentirse como dos pájaros despreocupados. Los dos proyectaba sencillez y en los ojos de ella había un misterio.