Minneapolis, Minnesota. – (Agencias) El tono calculador de los policías contrastó con la emotividad de los testimonios de los transeúntes que fueron testigos de los hechos, ante el jurado que lleva el caso de asesinato contra el policía Dereck Chauvin, quien también está acusado de homicidio involuntario.
Esos testigos, que van desde los 9 hasta los 61 años, ciudadanos comunes que parecían traumatizados por la muerte de Floyd, describieron el tratamiento de Chauvin como obviamente incorrecto.
Uno de ellos, Daniela Frazier, de 17 años, quien capturó los hechos en un video de su celular que se hizo viral y llamó la atención del mundo entero.
Al subir al estrado, diez meses después, parecía devastada por lo que había presenciado. Declaró que no duerme pensando en esa noche, sobre lo que vio y si debió haber hecho más para impedir su muerte.
«Me quedé despierta disculpándome y me disculpé con George Floyd por no hacer más», dijo entre lágrimas.
Pero, dijo, la culpa recae en Chauvin en última instancia. “No es lo que debí haber hecho, sino lo que debió haber hecho”.
Christopher Martin, el empleado de la tienda de conveniencia de Cup Foods, que pensó que algo estaba mal con el billete de 20 dólares que Floyd le entregó para pagar cigarrillos, dijo a los jurados que no podía escapar a la sensación de que había puesto en marcha una trágica cadena de eventos.
El otro empleado llamó a la policía, y Martin pronto se encontró siendo testigo, con “incredulidad y culpa”, viendo como yacía Floyd esposado en el pavimento con la rodilla de Chauvin sobre su cuello, a fuera de la tienda.
«Si no hubiera denunciado conforme a la ley, esto podría haberse evitado», dijo Martin. Dejó de trabajar en la tienda y dijo que evitaba la zona.
Otro de los testigos, Charles McMillian, conducía cerca de la intersección donde se encontraba la tienda, cuando vio a los policías enfrentarse a Floyd. Estacionó su camioneta y se acercó a ver más de cerca
El video que gravó los hechos captó a McMillian instando a Floyd a subirse al coche de la policía. “No puedo moverme”, respondió Floyd. Momentos después se escucha gritar a Floyd: “¡Mamá! ¡Mamá!”.
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McMillian, sacudió la cabeza, sollozó y exclamó: “Oh, Dios mío”. «Me siento indefenso», dijo. «Yo tampoco tengo una mamá. Lo entiendo”.
También testificó Genevieve Hansen, una bombera que se encontraba fuera de servicio y que decidió pasear por la zona esa noche.
Dijo al jurado que durante meses ha estado atormentada por el sentimiento de que había esperado demasiado para llamar al 911 y no haber presionado más para ayudar a Floyd.
«Debí haber llamado al 911 inmediatamente, pero no lo hice», dijo a los miembros del jurado. Chauvin parecía muy cómodo con la mayor parte de su peso encima del señor Floyd», declaró.
«Me identifiqué de inmediato porque me di cuenta de que necesitaba atención médica», dijo. «No pasó mucho tiempo en darme cuenta de que tenía un nivel alterado de conciencia”.
Pero nunca tuvo la oportunidad de proporcionar ayuda. «Hay un hombre muerto, y yo habría sido capaz de proporcionar atención médica, la mejor de mis habilidades, y a este humano no se le proporcionó ese derecho», dijo.
El testimonio de los transeúntes sentó las bases para que los agentes de policía tomaran el estrado, desafiando la larga tradición de la llamada pared azul del silencio.
