Religión

El Evangelio de hoy 20 de Noviembre: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”

Del santo Evangelio según san Lucas: 23, 35-43

Cuando Jesús estaba ya crucificado, las autoridades le hacían muecas, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve así mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido».

También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: «Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: «Éste es el rey de los judíos».

Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: «Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro le reclamaba, indignado: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho». Y le decía a Jesús: «Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí». Jesús le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».


Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXIÓN

El evangelio de Lucas forma parte del relato de la crucifixión, diríamos que es el momento culminante de un relato que encierra todo la teología lucana: Jesús salvador del hombre, y muy especialmente de aquellos más desvalidos. Lucas, con este relato nos quiere presentar algo más profundo y extraordinario que la simple crucifixión de un profeta. Por ello se llama la atención de cómo el pueblo “estaba mirando” y escuchando. Y comienza todo un diálogo y una polémica sobre la “salvación” y el “salvarse” que es uno de los conceptos claves de la obra de Lucas. Los adversarios se obstinan en que Jesús, el Mesías según el texto, no puede salvarse y no puede salvar a otros. Además está crucificado y ya ello es inconveniente excesivo para que el letrero de la cruz (“rey de los judíos”=Mesías) pierda todo su sentido jurídico y se convierta en sarcasmo. Está claro por qué ha sido condenado: por una razón política, acusado de ir contra Roma, en nombre de un mesianismo que ni pretendió, ni aceptó de sus seguidores.

El malhechor lo invoca con su nombre propio ¡Jesús!, no como el de Mesías o el de Rey o incluso el de Hijo de Dios. Esto es algo que ha llamado poderosamente la atención de los intérpretes. Es verdad que en la Biblia, en el nombre hay toda una significación que debe ser santo y seña de quien lo lleva. “Jesús” significa: “Dios salva” o “Dios es mi salvador”. Es una plegaria, pues, al crucificado, pero Lucas entiende que en todo aquello está Dios por medio. Es decir, que Dios no está al margen de lo que está aconteciendo en la cruz, en el sufrimiento de Jesús y de los mismos malhechores. La interpelación del buen ladrón como plegaria es para Lucas toda una enseñanza de que el crucificado es el verdadero salvador y de que por medio de su vida y de su muerte, Dios salva. Por tanto encontraremos salvación y salvación inmediata: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Esta es una fórmula bíblica cerrada para expresar la vida después de la muerte. No sabemos cómo ha llegado a Lucas este diálogo de la cruz, pero la verdad es que es lo más original de todos los evangelistas sobre esta escena de la pasión. Jesús es verdaderamente rey, aunque al margen de todas las expectativas políticas. El “nudo gordiano” se rompe, si queremos a tajo, por la palabra de vida que Jesús ofrece en nombre de Dios.