Cultura

El fuego del vagabundo, por Miguel Ángel Gómez

Chispazos decididos a ser temerarios, chispazos que no odian el caos ni el absurdo. En esa ciudad hay extravagancia, casas, jardines, jazz, animales. Mejillas hundidas que no se aburren en el fondo. El fuego del vagabundo se queda aquí unos pocos minutos. Sin un regalo en la mañana las flores quedan marchitas. Palabras como pequeños guerreros, como terneros que se establecen en un apartamento. Luego el sol se pone envuelto en rojos esplendores. Salgo a pasear con unos versos de Li Bai rondándome en la cabeza en la traducción de Juan Arabia. “Levantamos nuestras copas donde / brotan las flores de la montaña. / Una copa, otra copa y otra copa. / Estoy borracho y quiero descansar. / Déjame ahora. / Mañana, si te sientes bien, ven con tu laúd”.

Como todos los que me conocen bien saben que recibo mucho correo por estas fechas. De entre todos los libros me quedo con el estilo audaz e incisivo de Julia Bellido (Jerez, 1969). En Hojas de Ginkgo (Cypress) nos recuerda: “El árbol del Ginkgo Biloba o Nogal de Japón es uno de los árboles más longevos del mundo; un fósil vivo cuyos orígenes se remontan al Pérmico, hace 270 millones de años. Sus hojas son planas, con nervaduras y en forma de abanico, de un verde claro que en otoño se tornan de un intenso amarillo dorado”. Su primer libro lo publicó en 2013, Mujer bajo la lluvia (Canto y Cuento). Fue responsable de preparar las antologías de Este no es otro libro sobre la Navidad y Synousía. Sus poemas tienen como modelo a Wislawa Szymborska o Emily Dickinson, son un recuento de las primeras décadas de su vida.