Fue devastador, y su llegada tomó por sorpresa a todos. Dejó a su paso destrucción y muerte.
Caos, desesperanza, desolación, dolor, fragilidad… cualquier adjetivo se queda corto al pretender dimensionar el nivel de tragedia que el huracán Otis causó en el estado de Guerrero, y que suma, por ahora, 48 decesos, 36 personas desaparecidas, y más de un millón afectadas según cifras oficiales del gobierno.
Continúan los esfuerzos de búsqueda y rescate.
Durante las primeras tres horas del miércoles 25 de octubre, los vientos y lluvias del fenómeno natural categoría 5 arrasaron con todo lo que encontraron a su paso en las costas, y afectaron 220 mil 35 viviendas.
No lo vieron venir. Su intensificación fue increíblemente rápida: pasó de tormenta tropical a huracán categoría 5 en menos de 12 horas.
La Autopista del Sol, carreteras y veredas resultaron seriamente afectadas. El aeropuerto quedó inutilizado.Se suspendió el servicio de electricidad -513 mil 524personas se vieron afectadas-, el de internet, la telefonía, el transporte público. Las gasolineras han estado cerradas.
Acapulco quedó incomunicado, aislado, sin agua potable ni accesos terrestres, y en muchas zonas, sin alimentos.
La rapiña de personas desesperadas, haciéndose de electrodomésticos y comida en tiendas de abarrotes y centros comerciales, ha sido imparable. Han sido insuficientes las más de 8 mil despensas y los 16 mil litros de agua que hasta ahora han sido repartidos.
También los malhechores han sacado tajada de la desgracia realizando saqueos y asaltos en todo el puerto, en la Zona Diamante, en la Costera Miguel Alemán, ante la inoperancia y ausencia de las autoridades.
Por igual, condominios, casas pequeñas y humildes, comercios, restaurantes, hoteles de 5 estrellasquedaron reducidos a nada, tras no soportar los embates de ráfagas que alcanzaron más de 300 kilómetros por hora.
A cinco días de la tragedia las avenidas todavía lucen anegadas, con láminas rotas, animales muertos, árboles arrancados desde la raíz, y anuncios espectaculares flotando.
Es incalculable el daño material. 400 mil personas de otros municipios también sufrieron afectaciones en sus propiedades. Toneladas de tierra hacen imposible rescatar nada.
Miles de turistas quedaron atrapados en los hoteles inutilizados. Algunos coahuilenses entre ellos. Poco a poco han logrado salir. Vivieron un infierno en el paraíso.
Los muelles siguen luciendo con decenas de embarcaciones hundidas y golpeadas.
Con llanto, coraje e impotencia, los damnificados reclaman que la ayuda no llega, o que lo hace a cuentagotas.
El escenario es apocalíptico, como sacado de una película de ficción para ser superado por la realidad.