Opinión

El Maestro y la  Práctica Educativa


Atender en el aula día tras día a más de 30 alumnos con estilos de aprendizaje diferente, con distinta cultura, nivel socioeconómico y nivel de competencia curricular también diferente entre sí, aunado a varios factores más, hacen que la práctica educativa sea compleja  y exija el mayor esfuerzo y estrategias psicopedagógicas pertinentes por parte del maestro, para alcanzar el éxito.

Ser maestro, no es fácil, implica sentir amor por la profesión y trabajar con  pasión, con paciencia, con sabiduría para lograr que los niños y jóvenes aprendan a aprender, para formar ciudadanos con conocimientos, habilidades y valores.
Para enriquecer la práctica educativa el maestro se supera cada día, leyendo  constantemente, realizando estudios de licenciatura, maestría, doctorado, seminarios, diplomados, etc., incorporando a sus esquemas, a su nivel de competencia profesional métodos y teorías para fortalecer su trabajo como docente.

Como especialista en el área de problemas de aprendizaje, muchas maestras y maestros me preguntaban: mi alumno, fulano de tal, no aprende nada por más que le explico, ¿qué puedo hacer?

En una expresión inclusiva, decía y argumentaba siempre que los seres humanos, como individuos pensantes, aprenden necesariamente, unos más rápido que otros, cada quien a su ritmo, pero todos sin excepción, construyen aprendizajes.
También es importante resaltar, que además de aprender a un ritmo diferente, cada alumno tiene su propio estilo de aprendizaje, lo que hace necesario, primero, conocer a plenitud a los alumnos y adecuar el método (Estilo de enseñanza) al alumnado.

La mayoría de los casos de los alumnos con necesidades educativas especiales, tanto de clase socioeconómica baja, media o alta, en mi experiencia como maestro especialista, advertí, que la estrategia fundamental para lograr que fluyera de manera ordinaria en el ámbito escolar la construcción de aprendizajes y su desenvolvimiento escolar y en sí, en su contexto familiar y social, es darles amor, sí, amor pedagógico. Eso les da confianza a los niños y jóvenes, conocer como maestros lo que pasa en su interior, como sus dudas, inquietudes, sueños, temores, ilusiones y fortalezas, permite entenderlos, comprenderlos, apoyarlos, motivarlos, despertar su autoestima. Hacer lo anterior, propiciará que niños y jóvenes crean en sí mismos, sabrán que si se lo proponen, pueden alcanzar el triunfo, construir éxitos. Si aprenden, leen y luchan con fe y convicción día a día por trascender,  lo lograrán sin duda alguna. Para un alumno motivado, el aprendizaje no tiene límite, el detalle está en responder a ese planteamiento que se hacía el gran pedagogo francés Célestin Freinet cuando observaba a un caballo que saciaba su ser bebiendo mucha agua y se cuestionaba pensando en sus alumnos: ¿Cómo lograr que tengan hambre de aprender?

Estoy plenamente convencido de que los maestros debemos conocer a nuestros alumnos y motivarlos siempre,  esto será un impulso  al éxito académico y quizás de la vida misma. Escuchar de tu maestro, quien es una gran figura para muchos de sus alumnos,  un ídolo, un padre o madre sustituta, un guía, algunos de estos comentarios: 

  • «Te felicito Juan, expusiste tu clase de manera extraordinaria»
  • «América, tus participaciones de este día fueron excelentes, muy pertinentes, te felicito»
  • «María, me pareció muy noble de tu parte que les apoyaras a tus compañeros en la tarea que no entendía, tienes un gran corazón»
  • «Alondra, cada día haces más bonita la letra, si sigues así, llegarás muy lejos, te  felicito»
  • «Marina, hoy vienes muy bonita, bien peinadita y limpia, hasta pareces artista»
  • «Como maestro, me siento orgulloso de ustedes, son personas que valen mucho, cada uno de ustedes es un ejemplo para la sociedad»

Los alumnos sin motivación, están destinados a caminar sin sentido, sin dirección, a dejarse llevar a donde el destino les lleve.
Los alumnos motivados, buscarán construir su propio destino, esquivando obstáculos, se levantará si tropiezan y avanzarán felices con destino al éxito.

Un maestro que no olvida que muchos años fue alumno, que le fascinaba el recreo y la educación física, que sus maestros le hablaran con cariño y respeto, que disfrutaba aprender y que sus maestros le dieran confianza para preguntar lo que no entendía. Que recuerda con dulzura a sus maestros que lo recibían en la puerta de la escuela con una sonrisa, un buenos días y una caricia en la cabeza. Un maestro que recuerda los cuentos llenos de magia que le narraban sus maestros, los consejos que le daban, la sonrisa y nobleza de sus maestros, o aquellos momentos de sublime expresión de amor cuando le llevaban una manzana roja a su maestro.

Un maestro que recuerda eso, seguramente hoy en día, ES UN GRAN MAESTRO, y está destinado a formar con pasión y cariño a grandes ciudadanos.