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El tiempo se detenía, por Javier «tigrillo» Vallejo

Las ciudades inolvidables no pasan desapercibidas. El tiempo es el juez de la historia y Verona cautivó a Shakespeare. Es un emblema de las ciudades medievales, esas que se amurallaban para los vientos tempestuosos de las invasiones. Los escritores requieren de lugar para inspirarse y William podía dialogar con los lugareños. El Anfiteatro y puertas romanas la vuelven un sitio digno de conocerse. No solamente tenía mujeres románticas, poseía riqueza natural como el río Adigio, visitado por Cayo Julio César (100-44 a. C.), que pasaba sus vacaciones en esa ciudad. Sus puentes de Piedra y Castelvecchio son arquitectónicamente majestuosos. El poeta caminaba y se desviaba en cualquier vereda.

El balcón de Julieta es especial para dar un beso. La casa tiene cuatro pisos y en una hora la puedes recorrer. Hay pinturas borrosas de la época y litografías. Tiene varias chimeneas, dando la impresión de que en ese tiempo los fríos eran intensos. Frente a la casa hay una tienda numismática y un monumento a Julieta. Es de buena suerte tocar el seno de la escultura en bronce. Verona es virtuosa para los aventureros. Imaginariamente en cada rincón se detenía a contemplar el paisaje y en ese instante el tiempo se detenía. Las ciudades fantásticas son concurridas por poetas y líderes, William no fue la excepción, la visitaba esa ciudad y tenía la osadía de redactar una de las mejores historias de amor.