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Garland finalmente habló, sus palabras valieron la espera

Garland había sido rechazado por el Senado controlado por los republicanos hacía cinco años como propuesta a la Corte Suprema de EUA

Washington, D.C. – (Agencias) Finalmente Merrick Garland, después de todos estos años, habló. El lunes por la mañana, llegó y se sentó al otro lado de la mesa de testigos cubierta de gris, con cuatro botellas de agua y su propio dispensador Purell, dobló las manos y enfrentó al panel del Comité Judicial del Senado.

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Habían pasado cinco años desde que este juez de pelo cano había sido nominado a la Corte Suprema por el entonces presidente Barack Obama, cinco años después de que un Senado controlado por los republicanos decidió ignorarlo, según The Washington Post.

Pero el público conoció sus habilidades que se habían negado a discutir en el Senado. Era el buen hombre que le hicieron un mal los funcionarios electos. El servidor público que fue un daño colateral en un ejercicio de poder partidista.

Ahora estaba frente al Comité para su confirmación como Fiscal General de los Estados Unidos propuesto por el presidente Biden, y estaba siendo escuchado.

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Merrick Garland jura ante el Comité Judicial del Senado

Garland mostró una aguda mente legal para explicar y calmar, pero equilibrada con la moderación de un diplomático, según lo describe The Post.

Habló y habló, pero se negó a criticar a sus antecesores. No mostró ningún dejo de sentimiento por no haber sido aprobado por el Senado, al que hoy enfrentaba, hacía cinco años.

Lanzó largas frases y párrafos generosos, toda una hazaña sabiendo que los miembros del Comité suelen ser muy escrupulosos con el tiempo del declarante, para pontificar ellos personalmente.

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Sin embargo, todo lo que hablaba no era necesario. En pocas palabras que rodearon una pausa singularmente larga y cargada de emociones, resumió su definición de justicia: debe ser ciega, pero no debe ser despiadada.

Mientras demócratas y republicanos planteaban sus preguntas, la forma de interrogatorio de cada bando dejó claro la división partidista en el concepto de justicia.

Los argumentos de los republicanos de la justicia parecían definirla como un castigo: ciertas personas se lo merecen, ¿qué tan duro puede ser?, ¿por qué no debería ser más duro?, y si Hunter Biden debiera recibir su parte de justicia.

Son defensores de la ley y el orden, especialmente si se trata de asegurarse de que los antagonistas de izquierda, como los que atacaron la Corte Federal en Portland el año pasado o derribaron los monumentos de confederados, sean castigados.

Pero fueron menos justos, un poco más dudosos, en temas de la supremacía blanca dentro del departamento de la policía y los militares.

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El flagelo del racismo parece eludir especialmente a los republicanos que, el 6 de enero, votaron a favor de anular las papeletas legalmente votadas por ciudadanos afroamericanos y latinos.

Esos senadores dijeron que defendían la ley. La privación de los derechos fue un castigo por un crimen inventado. Esa es su versión de justicia.

Un claro ejemplo fue el senador republicano Josh Hawley de Missouri, quien levantó la mano en apoyo de los alborotadores del Capitolio.

Josh Hawley

Cuando le tocó su primera intervención, se inclinó hacia delante de su curul, se colocó en una pose de tres cuartos frente a las cámaras de C-SPAN, como si estuviera asegurándose que tomaban su mejor lado, giró su lápiz, y lanzó sus preguntas con un tono de barítono amelado.

Entre ellas, preguntó si Garland apoyaba la reducción de recursos a la policía, lo que de inmediato contesto Garland que no. Y no era una sorpresa, ya que Biden no apoya la reducción, pero obtener el no era la intención del senador.

La pregunta en sí reiteraba que para Hawley la justicia eran botas, sirenas sonando a todo volumen y armas relucientes.

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Ted Cruz

El senador Ted Cruz, recién llegado de su polémico viaje a Cancún mientras sus electores morían congelados, no parecía haber perdido su arrogancia ni ganado empatía.

Este senador, que junto con los senadores republicanos Hawley y Kennedy, votó a favor de deslegitimizar las elecciones, propuso medir la integridad de Garland.

¿Acaso Garland llegaría al estándar ético establecido por el exfiscal general William P. Barr, quien una vez testificó, con indiferencia, diciendo que no creía en el Conejo de Pascua y que no creía en el racismo sistémico?

Cory Booker

Esto fue un grave error que el senador demócrata Cory Booker quiso dejarlo claro. Preguntó a Garland si estaba familiarizado con la cita bíblica “actuar con justicia y amar con misericordia”.

Gran parte de sus preguntas se refirieron al racismo en el sistema judicial penal. Las detenciones desproporcionadas de las minorías, la pésima representación de los pobres, los desequilibrios en las sentencias, y, el problema que le causó al senador republicano Kennedy el calificativo de racista, el sesgo implícito.

Garland reconoció los problemas, los defectos del sistema y la necesidad de cambiar, y luego contó una historia al público que le había contado en privado a Booker, sobre por qué quería ser Fiscal General de los Estados Unidos. La pregunta fundamental, pero que no se hace.

«Vengo de una familia donde mis abuelos huyeron del antisemitismo y la persecución», dijo Garland. Y luego se detuvo. Se quedó en silencio durante más de unos cuantos latidos. Y cuando reanudó, su voz se quebró. «El país nos acogió y nos protegió. Y siento la obligación con el país, de devolverlo».

«Este es el más alto y mejor servicio de mi particular conjunto de habilidades», dijo Garland. «Y por lo tanto quiero ser el tipo de fiscal general que usted está diciendo que podría ser”.

“Y sería uno centrado en proteger los derechos de los más grandes y los menos, e incluso los peores. El castigo es parte del trabajo. Pero no es la definición de justicia”.