Vicente, Sabina y Cristeta de Talavera fueron tres hermanos mártires que vivieron entre los siglos III y IV, en la península ibérica, en tiempos de la Hispania romana. Los tres nacieron en Talavera de la Reina, territorio perteneciente al actual Toledo. A los tres, en conjunto, se les denomina los Santos Mártires de Talavera. Murieron en Ávila durante la persecución de Diocleciano, la última y, posiblemente, la más sangrienta de todas las persecuciones realizadas contra los cristianos durante el Imperio Romano.
La tradición cuenta que los tres hermanos quedaron huérfanos tempranamente, siendo Vicente, el mayor, quien se encargó del cuidado de sus hermanas. A inicios del siglo IV, los tres llegaron a Ávila, huyendo de Publio Daciano, prefecto romano de Hispania y gobernador de la Bética, quien era el encargado de ejecutar las órdenes de Diocleciano en la Península. Acusado de profesar el cristianismo, Vicente fue tomado prisionero y se le exigió que abjure de su fe e hiciera sacrificios a los dioses paganos, so pena de ser castigado y ejecutado. Dice la leyenda que cuando fue llevado al templo de Júpiter para ofrecer el sacrificio, la roca del atrio se hundió con el peso de su cuerpo y quedaron las huellas de sus pies marcadas en la piedra.
Hay dos versiones sobre lo que pasó después. Una, que los guardias huyeron despavoridos y los hermanos escaparon; otra, que dice que Vicente fue encerrado de nuevo, pero los guardias, presos del temor por un mal augurio, dejaron a Vicente escapar con sus hermanas -quienes lo habían ido a visitar a la prisión-. Sea como fuere, ambas versiones parecen coincidir en que los hermanos lograron refugiarse en las cuevas de las montañas cercanas a Ávila. Lamentablemente, fueron capturados, condenados a muerte, torturados y ejecutados. Así, entregaron sus vidas en el martirio, negándose a renunciar a Cristo.
Hoy los restos de Vicente, Sabina y Cristeta se conservan en la Basílica de San Vicente en Ávila.
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