Cultura

Invitación baudeleriana, por Miguel Ángel Gómez

Aquí está sentado viendo la Belleza del Bosque con Crecimiento − en este nada irritable atardecer − sin álamos talados. La peregrinación solitaria crea obras maestras. Puede enfrentarse a todos y desafiar su poder. El abedul saborea, amplía, desarrolla. Los enemigos de la escritura ¿son verdaderos poetas? Sus páginas no huelen a humo viciado ni a bebidas enrejadas, sus libros (como The Bund cuando dice: “Volarán alto estas canciones / de una máscara harán un artificio más pobre, reduciendo las cenizas de su experiencia”) no se convierten en una huella de costumbrismo. Su munición no está harta de vagar por ahí. Un granjero quema una hoja seca momentáneamente inmóvil −Arde y el granjero parece extra de un film.

El fuego llega tras un segundo de oscuridad, qué mal se ha pasado hasta ese instante. Quemar la inspiración como el granjero que cuenta con distintas puertas − para entrar y salir – Una condición: “Todos bárbaros y todos malvados / Pecadora condición de la naturaleza”. Hojas interminables quemándose −La aventura quema cada día. En la parcela contigua otro granjero, un intruso entre rancias hojas, son como palabras las suyas que nos miran.

En la Tierra Oscura Yeats y el joven Pound están descalzos sobre las tablas sucias del suelo. Malviven − en otro mundo sin calefacción, sin luz, sin agua − pero escriben. El gran granjero descendiendo, descendiendo. Descendiendo – Caída violenta de la hoja. Lo que le trajo hasta aquí le sacará de aquí. La luna está rascando el viento del fuego. En un rincón del campo un zorro se queja. Si fuera escritor tomaría centenares de notas − acerca de las cosas más disparatadas − Estaría en su derecho de buscar las palabras exactas. ¡Ese humo fantástico! Ese humo oculta su pálida sombra que guarda un silencio con efecto de película muda.

Cual adornos meticulosamente desordenados las cenizas de la Belleza. La luna está viva, con una precisión puramente geométrica ¿Vio su sombra? Cinco millones de estrellas le empujan pidiendo alguien que le complemente. La frescura tendrá los ojos marrones o grisáceos. No habrá ojos lagrimosos ni barba rala. El desalojo de la naturaleza de Juan Arabia no es el habitual, ríe y grita que todavía está vivo con una invitación baudeleriana: “Bajemos juntos a sentir el desalojo. / Escuchar el viento que se mueve por encima del trigo: / la aguda guerra del metal”. El humo se pierde − como nosotros perdidos – sin hogar en paz.