Religión

La Asunción de María

El 15 de Agosto se celebró La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María. Esta fiesta tiene un doble objetivo: La feliz partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al cielo. Para comprender mejor esta Fiesta de la Asunción, es necesario saber y conocer lo que es un dogma, un dogma, es el Punto esencial de una religión, es una doctrina o un sistema de pensamiento que se tiene por cierto y que no puede ponerse en duda dentro de su sistema. Son verdades que tienen sus raíces en la Revelación de Dios, y son propuestas por la Iglesia para ser creídas a fin de crecer en nuestra vida espiritual y de unión con Dios. El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII el 1º de noviembre de 1950, y es el último dogma emitido por la iglesia católica. La Asunción de María, difiere mucho de la Resurrección, Ascensión y Exaltación de Jesús a la derecha del Padre, ya que esto fue realizado por el poder del mismo Señor en su naturaleza humana. María no realizó esto por su propio poder, sino por el Amor de su Hijo-Dios. Tampoco ella fue exaltada a la derecha del Padre, como es el significado de la Ascensión de Jesús, que lo coloca en un plano de igualdad a Dios. María es una simple creatura. Por eso no son la misma fiesta para Jesús (Ascensión) y para María (Asunción). Ambos son glorificados como lo seremos todos al final de los tiempos. Pero Jesús fue exaltado a la derecha del Padre y María no lo fue. Por eso María es tipo y figura de lo que seremos nosotros. Jesús nos precede pero nos excede totalmente en cuanto a su divinidad. María puede excedernos en cuanto a su gracia en la tierra y gloria en el cielo, pero no en cuanto a su humanidad. María, según el dogma, fue “Asunta”, es decir “subida” al cielo, por obra y gracia de Nuestros Señor Jesucristo, su Hijo. En Apocalipsis 12, 1 se habla de una Mujer revestida del Sol en el cielo, con una corona de doce estrellas sobre su cabeza y con la luna debajo de sus pies. Muchos han visto en esta Mujer a María, revestida de Dios, con la corona de los 12 Apóstoles sobre su cabeza (pilares del nuevo Pueblo de Dios, así como las 12 tribus de Jacob fueron los fundamentos del Pueblo de Israel, figura de la Iglesia de Jesucristo). La luna en la literatura de la época bíblica es signo de lo inestable de las realidades temporales (en un mes cambia 4 veces…). La Virgen glorificada vence esta inestabilidad temporal de los temperamentos y de las cosas. Ya al final del capítulo 11 del citado libro, se habla de que se abre el Santuario de Dios en el cielo, y aparece el Arca de la Alianza. La antigua Arca de la Alianza contenía las Tablas de la Ley que Dios otorgó a Moisés. La nueva Arca de la Alianza trae al portador de la Nueva Ley, la Ley del Espíritu que está en el corazón, la ley interior. Y quien porta en su seno a Jesús, portador de la Ley del Espíritu que da la libertad, es María, nueva Arca de la Alianza de Dios con los hombres, Alianza nueva y definitiva que jamás va a pasar. Para la cuestión de si murió o no murió, tenemos que ir a la primera carta de Pablo a los Tesalonicenses, en el capítulo 4, versículos 16 y 17. Allí se dice que en la Segunda Venida de Jesús, llamada Parusía, primero resucitarán los muertos, y luego serán transfigurados los que vivan. Ambos son glorificados, los muertos antes, los vivos después. María es modelo de ambos, pues no se dice si ha sido figura de los primeros o de los segundos. Si murió, Jesús la resucitó y se la llevó. Si no murió, no necesariamente se la tenía que llevar dormida. San Pablo no dice en el texto precedente que los vivos en la Parusía, caerán todos en un sueño profundo antes de ser glorificados. Cada uno lo será desde el lugar en donde se encuentre en ese preciso momento. La glorificó en su cuerpo ya sea en el jardín, orando o cocinando, y así se la llevó junto a Él. En ambos casos fue liberada de la corrupción corporal. Hermanos, sigamos conociendo los significados y conceptos de lo que celebramos en nuestra iglesia para no caer en errores o confusiones en torno a los mismos. Tengamos siempre presente que El evangelio no se discute, se vive, y con esto se da testimonio del Señor Jesús.