Cultura

La gente se enfurruña, por Miguel Ángel Gómez

Cinco. El viento, como jefe de sección, se olvida de ser el summun bonum. La capa de nubes como si tuvieran un vestido de algodón. Te encontré tras interpretar tus códigos en forma de destellos. La selva tenuemente iluminada por mi linterna. Mi Señora de la verdad no andaba lejos. Oh, ¿querrás caminar conmigo dispuesta a dar cualquier cosa? No hay escapatoria. Mi corazón rebosa astillas de madera. Un fuego de vagabundo me permitió escribir al margen de los libros. Sentía sin embargo cierta melancolía. “¿Me quieres? ¿Me quieres? ¿Me quieres?”.

Mis logros me dejaron la cabeza pelada. En las cafeterías de empleados había flores carnívoras. Pareces ser una persona buena que invita a cualquiera a un banquete. En el calor de tu sangre no hay monstruos mitológicos. En tu boca suave hay un panorama asombroso y encantador. En tu abrigo marrón he olido una presencia inmortal. Los estereotipos están poseídos, huyen presos del pánico. Ven a por mí y organicemos una reunión en el hotel donde se inclinan las cabezas. “¿Me quieres? ¿Me quieres? ¿Me quieres?”. Indagué en los libros de los últimos cien años donde me sentía protegido. La fidelidad se necesita cantar ¡Amantes! Seré tu amante sin oídos taponados.

Difícil expresar lo poderoso y devorador. Quiero guardar tus planes y tus paseos. ¿Estás sin dinero? Yo te lo daré. En mi recuerdo te envuelvo entre mis brazos. ¿Te falta amor propio? Te proporcionaré historietas, te harán vivir un nuevo ritmo. ¿Tienes dolor? Yo te aliviaré y estarás poseída por la necesidad de entregarte, de plenitud. ¿Te sientes sola? Hablaremos con arañas y halcones siendo como gurús. Juntos podremos escapar de las pesadillas hacia la silla sin desespero. El lento parpadear hace predicciones. El brillo del neón es un estado de conciencia. La gente se enfurruña. Hay poco más que decir. Sigamos, nos haremos compañía emprendiendo una implacable carrera. Créeme, somos los personajes principales de nuestra historia. Juguemos a hacer girar la botella.