CulturaOpinión

La isla de los hombres solos

Cuando trabajé con Luis Guillermo Piazza en la Editorial Novaro, se presentó un gran problema para nuestra área de Literatura, pues el Consejo de la compañía, compuesto, claro, por hombres de negocios, quería que la editorial lograra un gran golpe comercial, quería que consiguiéramos un libro como «Papillon» o «Cien años de soledad».

Luis Guillermo me comentó que en un viaje a Costa Rica había leído o le habían comentado de un escritor que, siendo inocente, por lo menos según su versión, estaba en la cárcel, y con relatos escritos desde la prisión había ganado concursos nacionales, y había escrito y publicado un libro acerca de su experiencia en la cárcel, en donde, entre otras cosas, había sido acosado por un guardia que era homosexual. Luis Guillermo propuso que fuéramos a ese país a hablar con el autor para intentar negociar los derechos de ese libro, que había sido publicado allá en 1967, para que Novaro lo publicara en México para el mercado hispanoamericano (pues la editorial tenía filiales en varios países). El autor era José León Sánchez y su libro se llamaba «La isla de los hombres solos».

Así que fuimos a Costa Rica Luis Guillermo y yo. Teníamos que negociar con el autor y con la editorial que había publicado la edición original. Esto fue en 1970. Luis Guillermo conocía al presidente de Costa Rica, José Figueres Ferrer, conocido como Don Pepe. Era un hombre emblemático, pues fue presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República, de 1948 a 1949, luego presidente de Costa Rica de 1953 a 1958, y lo fue de nuevo de 1970 a 1974. Cuando llegamos a la casa presidencial, le preguntamos al jardinero si estaba Don Pepe, nos dijo que sí, que tocáramos en la puerta. Tocamos, nos abrieron y preguntamos por Don Pepe. Fueron a hablarle. El presidente vino a la puerta, reconoció a Luis Guillermo y éste me presentó. Ya sentados en un salón, le explicamos la idea de publicar la novela, que él conocía. Y Don Pepe hizo los arreglos para que pudiéramos hablar con el escritor.

Cuando regresamos a México, le propusimos al Consejo el libro y el arreglo financiero al que habíamos llegado, y el Consejo autorizó de inmediato la publicación, y se dieron las instrucciones para que se firmaran los contratos.

Invitamos a José León Sánchez a México, pero la verdad no me acuerdo de qué trámites se hicieron ni de cómo se llevó a cabo el traslado y la estancia, pues hay que tener en cuenta que el escritor, aunque era muy conocido en su país, técnicamente estaba preso aún. Yo lo que recuerdo es que todo transcurrió con normalidad.

Mientras el libro estaba en proceso de publicación, la editorial arregló entrevistas al autor con periodistas como Zabludowsky, en televisión, otras en radio y otras con la prensa. Y se utilizó la estrategia de realizar ediciones de tres mil ejemplares, de tal suerte que luego de la venta de esos tres mil volúmenes, se publicaba una «nueva edición», así, al venderse, digamos, 12 mil ejemplares, el libro ya iba para su quinta edición… Y se vendieron muchas ediciones. Así es la mercadotecnia. El caso es que, entre la publicidad y la cantidad de ediciones del libro, todo mundo hablaba de «La isla de los hombres solos».

Piazza me encomendó llevar por casi todo el país a José León Sánchez, para entrevistas con la radio y la prensa de los estados, por lo que terminamos con una muy buena amistad. A los periodistas les caía muy bien el autor costarricense pues era muy sencillo, y se dejaba entrevistar sin problemas.

Un día, tiempo después, me dijo Luis Guillermo que René Cardona, el director de cine, le había llamado para invitarlo a comer al Bellinhausen (un gran restaurante de la Zona Rosa, ubicado en la calle Londres), lo cual ya era un triunfo, y que él le había dicho a Cardona que me llevaría a la comida a mí también. Claro, la invitación fue para proponer la adaptación cinematográfica del libro, y para preguntar lo relativo a los derechos de filmación, etc. Don René, que era muy profesional, ya llevaba una propuesta de elenco que, por supuesto, era de primera: Éric del Castillo, Wolf Ruvinsky, Mario Almada, Xavier Marc, Pedro Damián y Sergio Jiménez, entre otros. Esto debió ser a mediados o fines de 1973, porque la película se estrenó en 1974.

Quedamos de resolverle sus dudas en poco tiempo, pues nosotros teníamos que hablar con José León Sánchez. Sabíamos que no habría problemas pues en los contratos estaba establecido que la decisión acerca de la venta de los derechos y de todos los detalles relacionados con la filmación, estarían a cargo de la Editorial Novaro. El autor del libro me dijo que eso lo tranquilizaba pues él no quería tener que tomar decisiones acerca de esas cosas. Nosotros le explicamos lo que él ganaba con la venta de los derechos de la adaptación y lo que ya había ganado con las ediciones que se habían publicado de su libro hasta ese momento.

El libro fue, en efecto, un gran triunfo para la editorial y para el propio José León, quien obtuvo además una muy generosa recompensa por la película. Para mí fue una gran experiencia, así es como se hacen (o se hacían en aquellos años) los best-sellers y las películas de éxito.

Dato curioso: en Estados Unidos la película pasó con el título «Island of Lost Souls», es decir, «La isla de las almas perdidas».

Datos más curiosos: José León Sánchez no fue liberado de manera oficial sino hasta mediados de 1980 —30 años después de haber sido enviado a prisión, 10 después de la publicación de la edición internacional de Novaro de “La isla…”, y seis después del estreno de la película—, y hasta 1998 —18 años después de su liberación— se le declaró inocente del crimen por el cual se le había condenado. Ha escrito alrededor de 30 libros, ha recibido una enorme cantidad de premios y homenajes, y está considerado el escritor costarricense más leído y conocido en el mundo.