CulturaLado B

La metamorfosis, por Kafka 6

Gregorio intentó imaginarse si quizá alguna vez no pudiese ocurrirle al
apoderado algo parecido a lo que le ocurría hoy a él; había al menos que
admitir la posibilidad. Pero, como cruda respuesta a esta pregunta, el
apoderado dio ahora un par de pasos firmes en la habitación contigua e
hizo crujir sus botas de charol. Desde la habitación de la derecha, la
hermana, para advertir a Gregorio, susurró:
-Gregorio, el apoderado está aquí.
«Ya lo sé», se dijo Gregorio para sus adentros, pero no se atrevió a alzar
la voz tan alto que la hermana pudiera haberlo oído.
-Gregorio -dijo entonces el padre desde la habitación de la derecha-, el
señor apoderado ha venido y desea saber por qué no has salido de viaje
en el primer tren. No sabemos qué debemos decirle, además desea
también hablar personalmente contigo, así es que, por favor, abre la
puerta. El señor ya tendrá la bondad de perdonar el desorden en la
habitación.
-Buenos días, señor Samsa -interrumpió el apoderado amablemente.
-No se encuentra bien -dijo la madre al apoderado mientras el padre
hablaba ante la puerta-, no se encuentra bien, créame usted, señor
apoderado. ¡Cómo si no iba Gregorio a perder un tren! El chico no tiene
en la cabeza nada más que el negocio. A mí casi me disgusta que nunca
salga por la tarde; ahora ha estado ocho días en la ciudad, pero pasó
todas las tardes en casa. Allí está, sentado con nosotros a la mesa y lee
tranquilamente el periódico o estudia horarios de trenes. Para él es ya
una distracción hacer trabajos de marquetería. Por ejemplo, en dos o
tres tardes ha tallado un pequeño marco, se asombrará usted de lo
bonito que es, está colgado ahí dentro, en la habitación; en cuanto abra
Gregorio lo verá usted enseguida. Por cierto, que me alegro de que esté
usted aquí, señor apoderado, nosotros solos no habríamos conseguido
que Gregorio abriese la puerta; es muy testarudo y seguro que no se
encuentra bien a pesar de que lo ha negado esta mañana.
-Voy enseguida -dijo Gregorio, lentamente y con precaución, y no se
movió para no perderse una palabra de la conversación.