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La nueva escuela mexicana: ¿paraíso o infierno pedagógico?

“La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor”. Esta frase, atribuida a Paulo Freire, resume la importancia y la responsabilidad que tiene la educación para formar personas capaces de amar y transformar su realidad y la de su entorno. Sin embargo, ¿qué tipo de educación se necesita para lograr este propósito? ¿Qué características debe tener el currículo que orienta el proceso de enseñanza y aprendizaje? ¿Qué competencias debe desarrollar el estudiante al concluir su educación básica? Estas son algunas de las preguntas que intenta responder el proyecto educativo del gobierno federal llamado la nueva escuela mexicana.

La nueva escuela mexicana es un proyecto educativo que busca transformar el sistema educativo nacional con un enfoque humanista, integral, inclusivo y equitativo. La nueva escuela mexicana plantea un nuevo plan de estudio para la educación preescolar, primaria y secundaria, que entrará en vigor en el ciclo escolar 2022-2023. El nuevo plan de estudio se basa en un marco curricular que define los principios, los objetivos, el perfil de egreso, los ejes articuladores, los campos de formación, las fases y los contenidos que orientan el proceso de enseñanza y aprendizaje.

El nuevo plan de estudio se propone formar personas con capacidades, valores y actitudes para el desarrollo personal y social, con una visión crítica y reflexiva sobre el mundo, con una conciencia ecológica y una responsabilidad social, con una actitud creativa y solidaria, con una comunicación efectiva en diferentes lenguas y contextos, con un proyecto de vida personal y profesional, y con un aprendizaje a lo largo de la vida. Estas competencias se reflejan en los diez rasgos del perfil de egreso, que se pretenden desarrollar en los estudiantes a lo largo de su trayectoria educativa.

El nuevo plan de estudio se organiza en cuatro campos de formación que integran diferentes disciplinas y áreas del conocimiento que se relacionan con los ejes articuladores, que son temas transversales que conectan los contenidos con la realidad de la comunidad. Los ejes articuladores son: inclusión, pensamiento crítico interculturalidad crítica, igualdad de género, vida saludable, apropiación de las culturas a través de la lectura y escritura, y artes y experiencias estéticas. Estos ejes articuladores buscan promover una visión humanista e integral de la educación, que reconozca y valore la diversidad humana y cultural como una riqueza para el desarrollo social.

El nuevo plan de estudio es un proyecto ambicioso y complejo que supone un cambio radical respecto al modelo anterior. Sin embargo, también es un proyecto cuestionable y problemático que plantea varios desafíos y contradicciones. En este artículo se analizan algunos de estos desafíos y contradicciones desde una perspectiva crítica e imparcial.

Uno de los desafíos más importantes es el de garantizar la inclusión y la equidad en un sistema educativo marcado por la desigualdad social y la marginación histórica. Según el INEGI, en México hay 126 millones de habitantes, de los cuales el 51.2% son mujeres, el 21.5% son indígenas o afrodescendientes, el 6.1% tienen alguna discapacidad, el 3.5% hablan alguna lengua indígena y el 1.9% son migrantes internacionales. Estos grupos sociales han sido históricamente excluidos y discriminados por el sistema educativo, que ha privilegiado una visión homogeneizadora, excluyente y deshumanizante de la educación. Según la OCDE, en México hay grandes brechas de acceso, permanencia y calidad entre los diferentes sectores sociales, especialmente los más vulnerables.

Esta situación recuerda a la fábula de Esopo titulada “El león y el ratón”. En ella se cuenta que un león dormía tranquilamente cuando un ratón empezó a jugar sobre su cuerpo. El león lo atrapó entre sus garras y estaba a punto de devorarlo cuando el ratón le pidió que lo perdonara, prometiéndole que algún día le devolvería el favor. El león se compadeció y lo dejó ir. Tiempo después, el león cayó en una trampa y quedó atrapado en una red. El ratón, al oír sus rugidos, acudió en su ayuda y roió las cuerdas hasta liberarlo. Así, el ratón cumplió su promesa y demostró al león que los pequeños también pueden ayudar a los grandes.

La moraleja de esta fábula es que no se debe despreciar a nadie por su condición ni por su apariencia, pues todos somos dignos de respeto y de consideración. Esto se aplica al sistema educativo mexicano, que ha desatendido y menospreciado a los grupos sociales más vulnerables, negándoles el derecho a una educación de calidad y a una participación efectiva. La inclusión implica reconocer y valorar la diversidad humana como una riqueza para el desarrollo social, así como garantizar el derecho a la educación, a la participación, a la expresión y a la dignidad de todas las personas, sin importar sus diferencias. Sin embargo, la inclusión no puede reducirse a una mera integración o adaptación al sistema, sino que implica una transformación profunda de las estructuras, las políticas y las prácticas educativas que generan exclusión y discriminación. Esto supone un reto mayúsculo para el sistema educativo mexicano, que requiere de cambios normativos, presupuestales, organizativos, pedagógicos y culturales para garantizar una educación pública, gratuita, laica, obligatoria y de calidad para todas y todos.

Otro de los desafíos más importantes es el de desarrollar el pensamiento crítico e intercultural en un contexto dominado por el pensamiento único y la intolerancia. Según el PNUD, México ocupa el lugar 76 de 189 países en el índice de desarrollo humano (IDH), que mide el bienestar de la población en términos de salud, educación e ingreso. Sin embargo, cuando se ajusta este índice por las desigualdades existentes en estos ámbitos, México cae al lugar 103. Estas desigualdades se reflejan también en el ámbito político y social, donde prevalecen fenómenos como la corrupción, la impunidad, la violencia, la inseguridad y la polarización. Estos fenómenos afectan negativamente la calidad de la democracia y la convivencia social en el país.

El pensamiento crítico implica desarrollar capacidades cognitivas para analizar, interpretar, argumentar y evaluar información proveniente de diversas fuentes y perspectivas. 

El pensamiento crítico supone un desafío para superar las visiones hegemónicas, etnocéntricas, patriarcales y coloniales que han dominado el currículo tradicional. El pensamiento crítico implica también reconocer la existencia de otras formas de conocimiento que provienen de las experiencias y las culturas de los grupos subalternizados. Esto supone un reto enorme para el sistema educativo mexicano, que ha sido históricamente monocultural, asimilacionista e indiferente a la diversidad cultural, así como reproductor de ideologías dominantes y alienantes.

Esta situación recuerda a la fábula de Esopo titulada “El lobo y el cordero”. En ella se cuenta que un lobo encontró a un cordero que bebía agua en un arroyo y quiso devorarlo. Sin embargo, como el cordero estaba río abajo, no podía acusarlo de enturbiarle el agua. Entonces el lobo le dijo que lo había insultado el año pasado. El cordero le respondió que no era posible, pues aún no había nacido. El lobo le dijo que entonces había sido su padre. El cordero le dijo que su padre había muerto. El lobo le dijo que no importaba, que de todas formas lo iba a comer.

La moraleja de esta fábula es que el poderoso siempre encontrará una excusa para oprimir al débil. Esto se aplica al sistema educativo mexicano, que ha impuesto una visión única y excluyente del conocimiento, sin respetar ni valorar otras formas de saber y de aprender. El pensamiento crítico implica desarrollar una actitud reflexiva, curiosa y cuestionadora frente al conocimiento, así como una apertura al diálogo y al intercambio con otras culturas y saberes. Esto supone un reto enorme para el sistema educativo mexicano, que requiere de cambios metodológicos, didácticos y evaluativos para favorecer el aprendizaje significativo, colaborativo y diverso.

En conclusión, la nueva escuela mexicana es un proyecto educativo que plantea una utopía pedagógica, es decir, una visión idealizada y deseable de la educación, pero que se aleja de la realidad y de las posibilidades concretas de su realización. La nueva escuela mexicana también puede ser vista como una distopía pedagógica, es decir, una visión negativa y temible de la educación, que puede generar más problemas y contradicciones que soluciones y beneficios. La nueva escuela mexicana requiere de un análisis crítico y una participación activa de todos los actores involucrados en el proceso educativo: autoridades, docentes, estudiantes, familias y sociedad en general. Solo así se podrá construir una educación verdaderamente transformadora y liberadora.

¿Qué opinas tú sobre la nueva escuela mexicana? ¿Crees que es un sueño o una pesadilla pedagógica?