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La soledad de los silencios, de Francisco Peña Mery.

He tomado  la verdad entre mis manos,

mantengo el deseo de ceñir la desesperación

que me provoca la ausencia de latidos.

La noche me toma sentado,

en la neblina de las miradas

que se pierden en la oscuridad

del cielo sin luna.

No, de verdad que no ha sido fácil,

andares que se vuelven

compañeros de los días

tornados a grises, de tardes

nubladas, con llovizna que no deja de caer,

confundida entre las lágrimas

que derrama el alma.

Escarpado amanecer que crece,

que avanza sin voltear, aguarda,

en la calma, en la tranquilidad

que solo se da en las miradas

que se clavan para tatuarse en los ojos

que se llenan de esperanza.

Me encuentro atrapado en

los espacios que solo me provocan

ansiedad de correr tras del aroma

que va dejando, tu silueta.

Las horas me alcanzan,

sigo sentado, llega  la noche

se vuelve mi cómplice,

la soledad de los silencios,

me llenan de ti.