CulturaLado B

Las tabernas que no quiero recordar

Querido Molière, la primera vez que conocí París suponía que te encontraría en algún MOLINO ROJO o tal vez en las tabernas que no quiero recordar… Decían que tu ciudad era un lugar espectacular para reír y apreciar la belleza. Recuerdo que andaba en tenis para tener condición física y aguantar las largas caminatas por el Río Sena. Vestía un pantalón de mezclilla y una playera de fútbol. Obvio que caminar y gozar de la naturaleza era un deleite de turista. Anduve recorriendo las cafeterías intelectuales y el Bulevar Saint-Germain. Ya cansado y con la lengua de fuera, mi acompañante y un servidor decidimos irnos a conocer el cementerio de Montmartre. Ahí estaban las tumbas de poetas y pintores como Heinrich Heine y Edgar Degas.

De tanto andar y nada que aparecías, unos gatos negros me anduvieron vigilando y sentía un escalofrío de esos que solamente se sienten en la Comala de Juan Rulfo. Ni siquiera el café Baudelaire de la mañana siguiente pudo alegrarme y despertarme, pero en mi interior sonreía una bella ilusión. Debo confesar que estaba agotado de tanto disfrutar aquellos paisajes, esas calles que ofrecían ensueños y me recordaban las historias de misterio que relataba Poe, pero también los años del joven Madero y su hermano Gustavo cuando acudieron a la inauguración de la Torre Eiffel.

La arquitectura que ofrecen las ciudades antiguas es emocionante caminarlas, en ocasiones no valoramos los viajes culturales. JEAN-BAPTISTE POQUELIN, esa era tu raro y rimbombante nombre. No puedo evitar sonreír, sabes que soy respetuoso, pero ese día nos saludamos y usted parecía un elegante burgués. Ridículamente me decías que los mexicanos éramos Toltecas, pero bueno siempre fuiste un BROMISTA cuando hablabas de las culturas prehispánicas. Sinceramente me parece que trasmitías el verdadero rostro del romanticismo y eso te distinguía. Sonreírle a la desgracia eran palabras valerosas que tus amigos apreciaban, la comedia exigía sinceridad e inventaste sentimientos que el público ovacionaba. Por esa razón el teatro abrazaba tus historias y nada que ver con las improvisadas mañaneras de YA SABES QUIÉN.