CulturaLado B

Leer debajo de los árboles, por Javier «Tigrillo» Vallejo

“El amor es despreocuparte del mañana”. Miguel Ángel Gómez

Dos enamorados vivían en el mismo pueblo y eran hijos de dos hacendados, aunque eran vecinos no se dirigían la palabra. El papá de la muchacha se llamaba Bérestov y desde que nació se hizo responsable de la chamaca porque su esposa había muerto. El padre del joven era Grigori, que había enviudado y amaba las costumbres inglesas. Luego de estar fuera por estudios regresa el hijo del señor Bérestov, educado en una Universidad prominente, pero no le permitieron que ingresará al ejército. Era costumbre y un honor portar el uniforme militar. Caminaban, se sentaban a leer debajo de los árboles, disfrutando la soledad. El hijo del Sr. Bérestov se llamaba Alexéi y era un joven con personalidad y atractivo para las muchachas. No había en el pueblo ninguna que no añoraba conocerlo.

Lisa, una joven que anhelaba verlo, era la hija consentida del Sr. Gregori. Tenía como de diecisiete años y era morena. La ilusión desbordante por conocer al galán hizo que se disfrazara de campesina. Galopaba en su caballo por el rumbo donde Alexéi acostumbraba a ir de cacería. Un perro le empezaba a ladrar y su caballo se asustaba. Llegaba el muchacho para apaciguar el alboroto. Ella le dice que no tiene miedo y que es hija del herrero. Era un momento especial y con un clima agradable, los pájaros cantaban y el corazón de ambos estaba latiendo vigorosamente. Al calor del diálogo el joven decide besarla y le pone un alto. Se marchan y acuerdan verse. No entendía como una simple campesina había ejercido una atracción en su corazón, ya habían pasado dos meses de la caminata y estaba enamorado.

Los padres ya habían limado perezas y los vientos estaban a favor. Un día el papá de Alexéi acude a comer a la casa de Lisa y ella al saber la noticia se maquilla y se pone una peluca. Durante la comida, hablaba francés para que no la descubrieran, pero el joven no le puso atención. Los padres acordaban por conveniencia la unión matrimonial de sus hijos. Le dice a su hijo que se debe casar con Lisa y molestamente le dice no y el señor le dice que no tendrá herencia. El muchacho escribe una carta a la campesina y le argumenta que lo están obligando a casarse con una mujer que no ama. Le confesaba que añoraba vivir el resto de sus días con ella. Al siguiente día acude a la casa de Lisa para dialogar y explicarles su postura. Al llegar queda sorprendido porque observaba que su amada Akulina estaba leyendo la carta y descubre que era la mismísima Lisa. Se puso feliz, corrió para abrazarla. Leer a Pushkin es viajar a la época donde el amor y el honor jugaban románticamente.