Lima, Perú. – (Agencias) Lilia Paredes, como cualquier persona, quiso dejar su casa limpia y ordenada antes de enfilar a Lima. Este Miércoles, su esposo, jura como presidente del país.
Antes de la carrera presidencial y las entrevistas, Lilia se dedicaba a las tareas del hogar y al cuidado de sus dos hijos y su hermana menor.

Y aunque ahora será la primera dama de Perú, asegura que no olvidará a los más necesitados, entre ellos a sus vecinos del pueblo de Chugur, ubicado en el remoto distrito de Anguía, uno de los más pobre del país.
«Trabajaremos para los más necesitados, para los pobres. Para mí es muy importante. Trabajar y conseguir lo que un presidente nunca ha hecho, y hacer algo por esa gente», dijo Paredes.
Los cambios serán gigantes para la familia Castillo Paredes. A diferencia de cualquier otro presidente de los últimos 40 años, la familia no tiene casa en Lima y Lilia aún no sabe si dejar la vida en el campo y mudarse al Palacio de Gobierno, una residencia neobarroco ubicada en el centro histórico.

«No tiene mucha importancia, un palacio, porque no somos reyes para disfrutarlo. Si vamos allí a trabajar, trabajaremos sin prestar atención al palacio».
Paredes también resaltó que prefiere que sus hijos asistan a la educación pública, un servicio que, según dijo, es un reto que mejorar en los próximos cinco años. Si eso ocurre, sería la primera vez en décadas que los hijos de un presidente reciben educación pública en Perú.
La última noche antes de partir a Lima, Lilia y su familia asistieron a la iglesia evangélica de Nazareno. Allí, la comunidad se despidió de ella con cariño.

Tímida ante las cámaras internacionales pero cercana a su pueblo, Lilia dirigió unas palabras al finalizar la misa, llevando el mismo mensaje que su esposo Pedro Castillo.
«Todos somos gente humilde, todos nos conocen. Nunca olvidaremos de dónde venimos y a dónde debemos volver porque los cargos públicos no son para siempre. Sólo durará un momento», expresó con micrófono en mano.