Cultura

Los lobos buenos aprietan la dentadura, por Miguel Ángel Gómez

He venido a hablarles de los lobos que no adoptan una postura diplomática de esperar los acontecimientos. La literatura es no ejercer de debutante en la escritura, estar rojo de rabia, escuchar el bramido del viento y encontrar un material valioso. Ejercitarse largo y duro para después salir al porche, sentarse, apoyar las patas en la barandilla, echar la silla hacia atrás y contemplar las estrellas hasta que nos devuelvan la mirada y que sea como encontrar un campo de petróleo reaccionando a la amenaza dirigida contra nosotros. Ser un lobo en tiempos difíciles requiere muchas más agallas, sudar y escribir como si uno fuera el trabajador del campo petrolífero para hacer que el cierre de la velada sea sorprendente.

Todos los lobos buenos aprietan la dentadura y tensan todos los músculos del cuerpo, pero no para hacerse ricos con rostro alegre y rubicundo, no para cerrar los ojos y oír carraspear monedas. ¡Qué salud infunden los lobos! Son sanos mientras el sol de la crítica los acribilla. Yo oí a uno de ellos aullar y luego gritar, leer los mejores poemas que jamás he escuchado: “Vale, muchachos, voy a darle duro, o, si no, me quitaré del camino del trabajador”. Los lobos que quieren poner en marcha grandes fábricas. Los lobos que deciden poner su grano de arena. Los lobos que recuerdan que siempre hay una escapatoria, se lavan la cara y se visten adhiriéndose a la roca de la literatura. Los lobos absortos y sumidos en pensamientos dispares reciben en actitud estoica las críticas estrafalarias.

  1. Vivir con profundidad es estar en el bosque sin nada que te desconcierte. No vacilar durante unos minutos ante los lobos ni perderse en los detalles.
  1. De todos los lobos que soy, me quedo con el que es inmutable y también tozudo, que lee libros como si la literatura fuera una exigente clase de gimnasia.
  1. Desde el alborear de la civilización, el lobo es un sabelotodo y no quiere hacer nada ni formar demasiado alboroto.
  1. Le he preguntado al vasto verdor incrédulo.
  1. El lobo tiene tantos libros que no se fija en estudiantes de cursos inferiores.
  1. Pobrecito, pobrecito lobo, se acerca y hace como que quiere abrazarme.
  1. El bosque con frecuencia, sereno como siempre, tiene un ansia desconocida.
  1. El lobo no es partidario de fragmentos espesos donde los haya.
  1. Escribe el lobo Ernst Jünger: “Por tratar de parecer lo que no somos, dejamos de ser lo que somos”.
  1. Sigo con el lobo Ernst Jünger: “Sobre los altares olvidados, han hecho su morada los demonios”.
  1. El lobo, demasiado cansado para fatigarse con interpretaciones, está activo antes de que nos restreguemos los ojos.
  1. El lobo comienza a gritar en el bosque. Grita, grita, grita y cuando termina, se pone a cantar.
  1. Me fijo en el lobo Sebald cuando dice: “¿Es el escritorio el lugar de los fantasmas?”.
  1. Unos lobos gobiernan el mundo, otros son del mundo.
  1. El mejor lobo piensa siempre, y atiende siempre a dos cosas al mismo tiempo.
  1. Los lobos amamos a Tess Gallagher por lo que escribe sobre los rescoldos: “Ser uno y ninguno. A veces una rima puede absorber su sustancia, y, sin embargo, librar una segunda duración”.
  1. Escucho al lobo LCH decir que en su barrio, en todas las aceras hay baches; en las carreteras hay baches; en las cabezas de los vecinos hay baches. Hay baches, comenta, insalvables.
  1. El lobo, que es la vida, está tan excitado que aprieta peligrosamente los dientes sin aflojar las mandíbulas mientras entro en casa, cierro la puerta y me falta todo.
  1. El mejor lobo no se cansa de sí mismo cuando habla de sí mismo.
  1. Pronto te encuentras al lobo caminando cerca del río. La mente del lobo nunca se entretiene con problemas puramente estéticos.
  1. El mejor bosque es dulzura y alegría.