Cultura

Me rindo, por Miguel Ángel Gómez

Me rindo, me rindo, mejor me olvidaré de mi tripulación dictadora.
Cariño, había una tormenta de violentos truenos.
Me resultó un mal presagio. La gente utilizaba máscaras antigás
hasta que viniste y me diste una máscara de oxígeno,
que producía sueños con los ojos abiertos.

Haría cualquier cosa por ti. Me presento a las elecciones
sin ángel insalubre. Estoy buscando
a una mujer que no sea inconsecuente.
Eres la bendición y la gloria y la sabiduría. Me rindo.

Cariño, me rindo, me rindo, quiero subirme a tu caballo
para vagar por el bosque, quiero subirme
a tu mercancías de primera clase.
He buscado para tomar una copa de oporto
a una chica como tú que me diera fuerza para quebrantar
a los espíritus duros y las ratas tildadas de asesinas.

Los abogados se hacían morfinómanos.
Todo era fulgurante con tus ojos
como en los lienzos lóbregos de Rembrandt.
Cariño, me rindo, no me gusta mi solitario hogar.

Ejerces en mí un efecto muy calmante.
Le echo un vistazo a mi guitarra,
eres la chica a la que tanto había esperado
para cantar una nueva canción a voz en grito
y dejando caer el garrafón hecho añicos a nuestros pies.