Cultura

Mi libro de Machado, por Miguel Ángel Gómez

Hojas de Ginkgo pretende ir al grano cuando estamos rodeados de recuerdos nunca derruidos. Nos encontramos así con textos como el titulado “Madrid, 1979”: “Y yo con mi bufanda / y mi melancolía. / Mi pequeña maleta. / Mi libro de Machado”. Julia Bellido toma hechos de la vida cotidiana, expresa emociones que resplandecen como un diamante con las menos palabras posibles. Sabe mirar soñando con el mundo del arte literario. Quienes amen lo breve no deben perderse estos poemas que no temen darles la vuelta a los mismos temas. “Esa fiel certidumbre / que siempre me acompaña / es advertir que todo lo importante / está ahora sucediendo”. Y en otro poema rescata esa misma fórmula de la fugacidad: “Y es un ir y venir de luz y sombra, / del ayer al mañana / con un paso fugaz por el presente”. Y junto a la huida del reloj de oro, los magnolios que nos miran como a forasteros.

Fijémonos en la hermosa definición del poema: “Es un precipitarse / a un abismo de sed que nunca cesa / y al que vamos ardiendo. / Es como un arañazo / o una puñalada”. Si lo miramos más de cerca, el libro tiene la apariencia de un diario con música melancólica que hace que la sangre de la felicidad nos golpee en las sienes. Las anotaciones líricas vienen de amplios cielos con sus nubes y sus haces de luz. Hay aforismos más allá del abismo: “Sepulto lo que fui / lo que seré mañana / porque solo me importa este presente”. A veces conviene echar la vista atrás, disminuir el paso para que nos alcancen los fantasmas.

Tiene Hojas de Ginkgo el encanto de otros tiempos enfundado en el mono de vuelo. Son los suyos poemas fáciles que presentan una tierra que no tiene un color apagado ni sombras vacías. Si hubiera que destacar algún poema más, subrayaríamos el que lleva por título “La última fiesta”: “La madrugada intacta / con su temblor de lluvia suspendida / cargadas telarañas de rocío / que nos cortan el paso, / definiendo senderos limitados (…) Allí donde se agolpan / las botellas vacías / de la última fiesta”. Los poemas de Julia Bellido siempre ofrecen esperas que nos dejan completamente helados. Se leen como silencios llenos de latidos que encierran una huida.