Es frecuente escuchar como hombres y mujeres hablan del instinto maternal. Afirman que existe un impulso innato en las mujeres que les genera el deseo de tener hijos. Sin dudas, es una concepción social presente desde hace tiempo, ¿pero es un mito o una realidad?
Un instinto se define como un impulso natural, innato e inconsciente que se transmite genéticamente y provoca una respuesta determinada. Por ejemplo, el instinto de alimentación que nos lleva a buscar comida y agua cuando sentimos hambre y sed.
A partir de esta información, ¿entonces el deseo de ser madre es igualmente innato, universal y codificado en nuestro ADN? La respuesta es no. No hay pruebas que avalen la existencia de un impulso instintivo por tener hijos en todas las mujeres.
Las conductas maternales, aquellas reacciones mediadas por la hormona oxitocina y dirigidas a garantizar la supervivencia del recién nacido, aparecen únicamente cuando el bebé arribó al mundo, no antes.
¿De dónde surge la idea de este extendido instinto maternal? De las sociedades y culturas pre-establecidas. El concepto de familia, como centro de la sociedad, y de la maternidad, como culmen de la vida de una mujer, es cultural. Todos nos vemos influenciados por las creencias e imposiciones colectivas.
Desde que nacen, a las mujeres se les alienta a desarrollar sus habilidades de cuidado, de consuelo y de protección. Se refuerzan las conductas típicamente “femeninas”: ser serviciales, protectoras, maternales.
Por ello, aquellas mujeres que no desean ejercer la maternidad encuentran obstáculos: se las califica de egoístas, inconscientes y se les asegura que se arrepentirán si deciden no tener familia.
Sin embargo, cada ser humano debe ser libre de elegir su camino y la maternidad es únicamente una opción personal. Ninguna mujer habría de sentirse obligada a ser madre, al igual que ninguna debería ser juzgada por decidir vivir su maternidad en plenitud.
