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Revueltas novelista, por Raúl Olvera Mijares

Comparable a Amerika o Der Verschollene de Franz Kafka, cuyo inicio se remonta al relato Der Heizer, es una historia que comienza en un barco y se prosigue al llegar a tierra, ese Nuevo Mundo, un territorio de grandes embaucadores, capitalistas oscuros y de innumerables pillastres y hasta salvajes. La primera novela de José Revueltas, Los muros de agua (Ediciones Era, 2014), originalmente aparecida en 1941 y compuesta en 1940, conoció una segunda edición en 1961 al cumplirse los veinte años de escritor de José Revueltas, motivo por el que se le añadió el texto a manera de introducción, “A propósito de Los muros de agua”, pergeñado por el propio autor, el cual constituye un documento de no poco interés respecto de la peculiar manera que tenía de entender el oficio de escribir, siempre concebido en estrecha relación con los ideales de una visión realista fundada en el materialismo histórico. Revueltas tiene cuidado de señalar que no se trata del realismo socialista. El propósito no es representar tipos humanos que puedan tomarse como modelos de imitación moral. El oficio del periodismo acercó a Revueltas al reportaje de cuño documental con tintes terriblistas. La realidad, entendida como el mundo que nos rodea, parece presentar un aspecto caótico, sin orden ni mesura. Ver el lado dialéctico de la realidad, el lado “moridor”, el lado de los contrastes significativos, es concentrarse en aquellos aspectos y detalles que articulan una posible historia. Las historias se inventan, si bien de una manera racional y orgánica, basada en la observación de la vida real y la transformación que tiene lugar al hacer pasar esa misma realidad cotidiana por el tamiz cuasi milagroso de la literatura.

No existe un estilo escrito más conciso, sobrio, correcto, expresivo y en ocasiones juguetón como el de José Revueltas, quien sabía engarzar el diálogo, donde la realidad por más soez que se quiera asoma las narices, con la narrativa, trabajada a un grado sumo de abstracción mental. Los conceptos de Revueltas el novelista son los mismos, en realidad, que los conceptos de Revueltas el ensayista. El texto tiene una o dos erratas cuando más. El autor debió de revisarlo en repetidas ocasiones. El lenguaje presenta una fluidez peculiar. Es la misma cadencia de voz con la que José Revueltas dictaba sus pausadas y extensas conferencias. Dicho de otro modo, el balbuceo mental que oía Revueltas en su cabeza, y luego transcribía, estaba habitado por la experiencia real y concreta del autor, quien disponía además de uno de los léxicos más extensos y a la vez más esenciales de la narrativa de expresión castellana. Acerca de la sintaxis de Revueltas, la manera en que construye frases e hilvana parágrafos habría mucho que decir. La sintaxis entrega el discurso que sigue el intelecto.

Los muros de agua, que naturalmente fueron alguna vez y mucho antes muros de piedra en la vida real, las primeras estadías en la Cárcel de Belem y en Prisión de Santiago de Tlatelolco, siempre llevado ahí por agitador del orden público y furioso comunista, esos muros se volverían líquidos, al enfrentarse con la inmensidad del Pacífico, el más antiguo y más elemental de los mares. En tren se llegaba a Tepic y de ahí a San Blas para embarcarse al archipiélago de las Marías, con sus tres ínsulas principales, la María Cleofas, la María Magdalena, y la María Madre, donde se asentaba Puerto Balleto, sede de los poderes legalmente constituidos en la isla. San Juanito es la más pequeña y la primera de las islas. Entre 1932 y 1934 José Revueltas habría de pisar dos veces las tenebrosas ínsulas, repletas de alimañas, entre ellas, el letal cancle o madre de alacrán, un arácnido cuya picadura provocaba la muerte en menos de un día. Entre 1938 y 1939 emprende la redacción de su primera novela, El quebranto, más tarde substraída al interior de una maleta de la estación de trenes en Guadalajara, un botín precioso aunque sin valor pecuniario. Aparecido como uno de los relatos de Dios en la Tierra, el arranque de novela vería la luz. Más tarde, gracias al celo y curiosidad de Olivia Peralta, primera mujer de Revueltas, se recobraría una versión de la novela, que aparecería en el volumen póstumo, titulado Las cenizas.

Los muros de agua ofrece un ligero atisbo en las vidas de cinco presos políticos, Santos, Ernesto, Prudencio, Marcos y la bella y deseada Rosario. La historia se complica con otros personajes como El Marquesito, un adicto a la droga, muy joven pero que ya está perdiendo los dientes, El Chato, El Miles, El Charro, El Burro, personajes con destinos torvos que acabarán como víctimas de los tiburones, castigados por otros presos por estuprar menores, gente que a cambio de un poco de oro era capaz de arrancarle las muelas a un cadáver. Los carceleros y verdugos son numerosos, desde la tropa que va en el barco hasta el subteniente Smith, una piltrafa humana de la guerra que apenas puede hablar y se dedica a criar cerdos, a los cuales acostumbra torturar por pura diversión. Este siniestro personaje pide que se le asigne a Rosario para porqueriza. En realidad, pretende algo más pero no lo consigue. El sargento Carrasco es el encargado de distribuir a los recién llegados entre los ixtleros y demás peones. Era una isla prisión con trabajos forzados naturalmente. El tema recuerda In der Strafkolonie de Franz Kafka, esa colonia penitenciaria dominada por una máquina de suplicio y un Torquemada sin par.

La vida de los presos, llena de miserias, si bien también colmada de delicias insospechadas. Soledad es un personaje que es la mujer de un presidiario. Cuando se entera de que posible vivir en las islas, no lo duda ni por un momento y se embarca. La carta donde le anuncia el inminente arribo al marido se demora o se traspapela como todo en la isla. La vida de las otras mujeres, sin mayor pulimento ni atractivo, aparte de algunas ser prostitutas, sirve para contrastar la imagen de Rosario, heroína sin disputa de la novela, dama que inspira la pasión y el amor de andantes caballeros, tanto Ernesto (donde es posible reconocer ciertos rasgos del autor) como Marcos, se han prendado profundamente de la compañera Rosario.

Son tantas cosas las que suceden en el decurso de la breve novela que ninguno acaba quedándose con ella. Rosario se mantiene, si no intacta y pura, cosa casi imposible en medio de una colonia penitenciaria, al menos independiente hasta el final. A pesar de las varias historias secundarias que se esbozan en la novela, una vegetación tan exuberante y cerrada como la de una selva tropical, la trama principal no se pierde ni se desdibuja. El accidentado viaje de los presos a las islas Marías. José Revueltas, como todo verdadero artista y auténtico creador, dudada de haber cumplido eso que se proponía en un principio. El pintor francés Paul Cézanne, consumador del impresionismo e iniciador incluso de algo que abre la puerta de la abstracción, solía hacerse la misma pregunta: ¿Soy en verdad artista o no?

Cabal novelista, al igual que cuentista, articulista, ensayista y hasta poeta, José Revueltas logró crear y recrear una realidad a través de un lenguaje plagado de raros ecos filosóficos e incluso teológicos. Uno de los novelistas más fundamentales e imprescindibles en la historia de las letras castellanas en América. A quien, por desgracia, se conoce poco, no con la profundidad y extensión que se requeriría. La edición de bolsillo que Ediciones Era pone en manos del lector es inmensamente valiosa. De seguro algunos nuevos y jóvenes lectores podrán hallar algo en José Revueltas. Los tiempos son otros, el lenguaje ha cambiado sin duda, aunque muchos de los problemas continúan siendo los mismos y aún se hallan en espera de resolverse. José Revueltas no es un autor fácil ni divertido. Al principio hay que realizar un esfuerzo considerable para familiarizarse con las peculiaridades de su estilo, forjado en un manejo castizo y universal de la lengua castellana, amén de referencias constantes a los conceptos fundamentales del pensamiento occidental que, en último análisis, sea en boca de un ateo, escritor o científico, conducen siempre a la ontología y a la teodicea. Leer las novelas de José Revueltas es sumergirse en un océano con arrecifes llenos de vida colorida y palpitante, aunque también de alimañas que acechan en las profundidades, los tentáculos de un pulpo gigantesco, el moderno Estado.