Religión

Santo del día: “San Pablo de la Cruz:

Nació en Ovada (Liguria) el año 1694; de joven ayudó a su padre en el oficio de mercader. Movido por el deseo de perfección, renunció a todo y se dedicó al servicio de los pobres y los enfermos, juntándosele después varios compañeros. Ordenado sacerdote, trabajó con intensidad creciente por el bien de las almas, estableciendo casas de la Congregación que él había fundado, ejerciendo la actividad apostólica y mortificándose con duras penitencias.

Más tarde se trasladó a Castellazzo-Bormida, no lejos de su pueblo natal. Su madre le enseñó a encontrar en la Pasión de Cristo la fuerza para superar las pruebas. Le recordaba del crucifijo cada vez que experimentaba algún sufrimiento. Enamorado de Jesús Crucificado desde su infancia, quiso entregarle toda su vida.

Su padre le leía las vidas de Santos y esto lo animaba mucho a ser mejor. Aquel buen hombre le avisaba también acerca de lo peligroso y dañino que es juntarse con malas compañías. Así lo libró de muchos males.

A los 15 años, un inspirado sermón cambió su vida. Su tema era la frase de Jesús: «Si no se convierten y no hacen penitencia, todos perecerán». Para Pablo fue el momento que él llama «conversión». Hizo una confesión general y desde aquel día empezó a una vida de penitencia muy rigurosa. Dormía en el suelo, ayunaba, dedicaba varias horas de la noche a rezar y a leer libros santos. Luego organizó con algunos de sus compañeros una asociación de jóvenes para ayudar a los demás con sus palabras y buenos ejemplos a ser mejores. Varios de esos muchachos se hicieron religiosos después. Durante una grave enfermedad, la visión del infierno le horrorizó.

Hacia 1715-1716, deseoso de servir a Cristo, se alistó en el ejército en Venecia. Quería defender el cristianismo de los turcos que amenazaban a Europa. Pero, mientras adoraba el Santísimo Sacramento en una iglesia, comprendió que no era aquella su vocación. Abandonó el camino militar, sirvió algunos meses en una familia y regresó a casa. Aunque un tío sacerdote le dejaba una herencia para que se casara, Pablo renunció. Rechazó también unos negocios muy prometedores que le ofrecían y se quedó por varios años en la casa de sus padres dedicado a la oración, a la meditación y a practicar la caridad hacia los pobres.

La Virgen María se le apareció y le dio a conocer el hábito, el emblema y el estilo de vida de una comunidad religiosa, que giraría siempre en torno a Jesucristo Crucificado. Pablo presentó estos mensajes al obispo de Alejandría, Mons. Gattinara y a su director espiritual. Previo el juicio de confesores prudentes, el obispo le revistió del hábito de la Pasión el 22 de noviembre de 1720. Se pasó 40 días en una habitación junta a la sacristía de la iglesia de San Carlos, en Castellazzo para redactar los Reglamentos de la futura comunidad a quienes llamaba «Los Pobres de Jesús». Vivía todo este tiempo a pan y agua y durmiendo en un lecho de paja. Sus experiencias y el estado de su espíritu durante aquella «cuarentena» se han conservado con el nombre de «Diario Espiritual».

Concluida la experiencia, el obispo le autorizó a vivir en la ermita de San Esteban de Castellazzo y a realizar apostolado como laico, ayudando a los sacerdotes a dar clases de catecismo y dando misiones. En el verano de 1721 viajó a Roma, con el deseo de obtener del Papa una audiencia, a fin de explicarle las luces recibidas sobre una futura Congregación. Los oficiales de la residencia Papal no le dejaron entrar por parecerles un aventurero más.

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