Eugenio Oneguin, por Aleksandr Pushkin 39
La noche está helada; el cielo, sereno; el divino coro de los luceros se mueve pausadamente y a compás. Tania,...
La noche está helada; el cielo, sereno; el divino coro de los luceros se mueve pausadamente y a compás. Tania,...
CAPÍTULO V ¡Oh Svetlana! ¡Ojalá no hubieras conocido la terrible significación de tu sueño! (Jukovski). Aquel año el otoño se...
Y después de estas palabras vació el vaso y se puso a hablar nuevamente de Olga. ¡Así es el amor!...
Onieguin, como Childe Harold, se entrega a una pereza pensativa. En cuanto se despierta, se sienta en un baño en...
El que apunta a los patos con el fusil. El que delira con las rimas, como yo. El que persigue...
Aquí, sin falta, encontrarás dos corazones, la antorcha y las flores; leerás juramentos de amor hasta la tumba y un...
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