Washington, D.C.- (Agencias) Trump está decidido a destruir antes de entregar el gobierno de Estados Unidos. El último capítulo de esta larga y agobiante campaña, se ha convertido en un burdo esfuerzo de Trump por fabricar lo que no existe y negar lo que es, según lo publica The Washington Post.
Trump y sus aliados se encuentran atrapados en su propia telaraña. Trump insistió repetidamente, desde antes de que se emitiera un voto, que las elecciones estaban amañadas. Tendrán que demostrarlo ahora.
De acuerdo con Dan Balz, del Washington Post, esto terminará pronto pero no sin dejar daños. Y el daño mayor viene en el legado de Trump. El daño a la integridad del proceso electoral para satisfacer el ego del presidente dejará a un país dividido y más difícil de gobernar para el próximo presidente. El presidente Trump amenaza con incendiar la casa al salir por la puerta.
Aunque los resultados no están certificados, Biden ganó la elección de acuerdo con The Post. En algunos estados se mantiene los márgenes cerrados, habrá recuento y Trump tiene derecho a pedirlo, aún si no se activa en automático. Pero revertir el escrutinio lo suficiente para cambiar el resultado, resulta “fantasioso”.
El “espaguetis” de demandas de Trump no ha demostrado ningún fraude sistemático o generalizado, o cualquier irregularidad que pueda resultar en el triunfo de Trump. Los alegatos, incluso en declaraciones juradas, no son pruebas irrefutables requeridas en la Corte.
El abogado de Trump, Rudolph Giuliani, dijo el sábado, cuando las redes dieron a conocer las proyecciones que le daba el triunfo a Biden, que los demócratas estaban intentando robar las elecciones. «Las redes no pueden decidir las elecciones», se lamentó. «Los tribunales sí”.
En realidad, es el voto de los ciudadanos quienes deciden una elección. Los tribunales están para dirimir controversias. En 2000, la Corte Suprema detuvo el recuento en Florida para decretar oficialmente a George W. Bush como el ganador.
Actualmente ningún estado tiene el margen tan estrecho como entonces lo tenía Florida. El equipo de Trump no ha podido presentar algo que sugiera que el presidente pude revertir los márgenes donde está disputando los resultados.
Giuliani ignoró que hace cuatro años las redes declararon el triunfo de Trump, y mucho antes que a Biden este año. No todos los votos habían sido contados, pero todo el mundo, incluso Hillary, aceptó la contundencia de los números.
Los republicanos electos han decidió seguir la farsa. Reírle al presidente o alejarse en silencio cuando abusa de las tradiciones de su oficina, se han convertido en un comportamiento arraigado para todos menos para un puñado de legisladores republicanos en el cargo.
La mayoría de los republicanos, y hasta algunos asesores, saben que los votos se han contado y que Biden asumirá el cargo el 20 de enero. Sin embargo, el temor a las represalias del presidente y el deseo de mantener el poder que gozan en Washington, han arraigado en los leales a Trump la fantasía de que el triunfo de Biden es ilegal.
Son los líderes del “Grandioso Viejo Partido” o GOP (Great Old Party), o simplemente el Partido Republicano, los que durante años han tratado sistemáticamente de dificultar el voto.
De acuerdo con el Washington Post, este año se opusieron a facilitar la votación a través de las boletas por correo, en medio de una pavorosa pandemia. Parecían temer el efecto de una participación masiva.
Los republicanos necesitan a Trump
Los republicanos saben de la fuerza de Trump y su base. Fue el entusiasmo por Trump lo que avivó la flama republicana. Fueron sus seguidores, los que les dieron la posibilidad de mantener el control en el Senado y haber recuperado escaños perdidos en la Cámara de Representantes, dos hechos inesperados. Y ahí, no ha habido ninguna reclamación de fraude.
Con el desempate de los dos escaños de Georgia en el Senado en próximo mes de enero, los republicanos saben que necesitan a la base fanatizada de Trump. De ganarlos, los republicanos asegurarían el control del Senado.
Pedir a Trump que reconozca su derrota, pondría en riesgo la unidad del partido tan necesaria para las contiendas de enero. Y eso lo saben los alto jerarcas republicanos.
Trump decidido a tomar revancha, y tiene el poder aún
Si no puede obtener el segundo mandato, Trump está dispuesto a arrastrar con él al gobierno. Los despidos en el Pentágono esta semana y la colocación de leales en esos puestos, representan una preocupante amenaza a la seguridad nacional.
También representa una oportunidad para limpiar a la administración de los elementos desleales, e incrustar en su lugar a los trumpianos. El presidente tiene mucho tiempo y poder para lanzar ataques de venganza.
La actitud de Trump también han entorpecido las labores de los encargados del equipo de transición de Biden. No se les ha permitido acceso a las agencias federales, ni a las oficinas ni a los recursos que para tal efecto existen. Unos días no afecta la labor de formar el gobierno, pero una semana o más si podría.
Andrew Card, jefe de gabinete de la Casa Blanca con George W. Bush, y John Podesta, jefe de gabinete de la Casa Blanca con Obama, escribieron un artículo en conjunto en The Washington Post. Piden que se realice la transición de Biden con prontitud. “Las elecciones de 2020 no son las elecciones de 2000 y no deben ser tratadas como tales”, escribieron.
Biden, dijo el martes que lo que está ocurriendo es “una vergüenza” y una que, en última instancia, no se reflejara bien en el presidente. El equipo de campaña de Biden probablemente aumentara la campaña de indignación conforme pase el tiempo.
Trump nunca concederá la elección. Pero la transición ordenada a la administración Biden se debe a los ganadores, como escribieron Card y Podesta. El miedo de los republicanos a Trump está haciendo difícil un proceso que debería ser simple. Pero después de cuatro años de la presidencia de Trump, el costo es menor para el partido, sin importar el daño al país.