CulturaLado B

Un barbero bebiendo café

Estaba un barbero bebiendo café con su esposa, cuando le pasaba el pan para que lo partiera, para sorpresa de ambos se encontraba adentro una nariz blanca. Empezaban una discusión y la señora lo amenazaba con decirle a la policía. Le comentaba que se fuera con la nariz, la envuelve en un trapo y sale. El barbero se llamaba Iván y era un tipo sucio y descuidado de su apariencia. Ese día caminaba hacia el río y planeaba tirarla como alimento para los peces y un guardia de la policía lo atrapaba justo en el instante.

Pinocho perdió su nariz

El señor Kovaliov despertaba temprano, tenía días que un grano de su nariz le molestaba. Al verse en el espejo quedaba aterrado porque su espacio nasal estaba liso. Emprendería una búsqueda entre calles y lugares que frecuentaba. Se tapaba el rostro con un pañuelo y acudiría a una tienda de dulces y luego a la iglesia. Caminaba por varias horas y estaba cansado. Meditaba y tomaba la decisión de ir a la oficina de publicidad. Para las personas resultaba ridículo que alguien perdiera su nariz y le decían que si publicaban eso la gente los tildaría de locos y perderían su reputación. Kovaliov poseía una dignidad vigorosa pero aquel asunto lo mantenía intranquilo. Se pellizcaba, no encontraba explicaciones lógicas y perder su nariz era desgracia. En sus adentros pensaba que era una pesadilla o se encontraba borracho. Recordaba que días antes el barbero lo había afeitado y de habérsela cortado sentiría dolor.

Lo ocurrente de la cotidianidad

Entre tanta angustia recibía la noticia que encontraban su nariz. Por fortuna un guardia de la policía la había rescatado cuando el barbero pretendía tirarla al río. El señor Kovaliov le daba una buena propina. Después intentaba ponérsela, pero no anclaba bien. Pasaban los días, hasta que en un amanecer al verse en el espejo ya estaba su nariz de forma normal y eso lo ponía feliz. Es una historia que dibuja el valor que tenía la apariencia en su tiempo, fue un libro publicado en 1836, por Nikolái Gógol. Era narizón y baba a entender que las cosas ridículas ocurren todo el tiempo y las personas no dejaban de lado el valor de la imagen. El relato es tan absurdo como si dijéramos que a pinocho se le perdiera su nariz. historiador82@yahoo.com