Cultura

Un poeta argentino

De Veinte poemas para ser leídos en el tranvía
NOCTURNO, de OLIVERIO GIRONDO


Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía
más solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las
azoteas. Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos
emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en
celo, y cuál será la intención de los papeles que se
arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para
sacarse las mentiras, y en que las cañerías tienen gritos
estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad, en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos avisarles para que tuvieran tiempo de
acurrucarse en los rincones. Y a veces las cruces de
los postes telefónicos, sobre las azoteas, tienen algo de
siniestro y uno quisiera rozarse a las paredes, como un
gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos que nos pasaran la
mano por el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar
algo que duerme.
¡Silencio! —grillo afónico que nos mete en el oído—. ¡Cantar de las canillas mal cerradas! —único grillo que le conviene a la ciudad—. Buenos Aires, noviembre, 1921