CulturaLado B

Una biblioteca de Arteaga

«Por muy poeta que yo pueda ser, no soy tan ingenuo como les agradaría que fuera, y si me hartas con lloriqueos, habré de tratarte como a una mujer salvaje, o arrojarte por la ventana como a una botella vacía».

Baudelaire vivió con intensidad el disfrute del cuerpo, poseía un humor no grato para las personas conservadoras, sus escritos son beligerantes y mundanos, entre mujeres y drogas el parisino pasaba sus días. Lo anterior me hace deducir que escribía bajo la pesada atmosfera de una deshidratación.

En esos instantes de debilidad tomaba su pluma y escribía. Se sentía un sobreviviente de su generación, sabía que sus trazos dejarían una huella. De cada palabra hacía un poema y luego florecían sus imágenes desgarradoras.

«A través de los simbólicos barrotes que separaban los dos mundos, la gran carretera y el castillo, el niño pobre mostraba su juguete al niño rico, quien lo examinaba con avidez como a un objeto raro y desconocido. Pues bien, el juguete al que el pequeño adán irritaba, agitaba y sacudía en una caja enrejada ¡era una rata viva! Sus padres probablemente por economía, habían tomado el juguete de la vida misma».

Baudelaire criticaba a los periodistas de su tiempo propio de un conocedor del  acontecer. En sus horas de tedio se embriagaba de arte y buscaba sorprender a la gente que lo subestimaban, consideraba que «la maldad por necedad es un vicio sin cura».

Blasfemaba y decía que su Dios le prometió curarlo de la locura pero mantenía su gusto inmoderado por las prostitutas, vivía sus días de forma pecaminosa, se pierde en las calles, ironizaba y ridiculizaba al  bien y al mal. En otras palabras es un bufón que se divierte ironizando a su conciencia enferma del pecado, se convirtió en un monstruo que fumaba y se embriagaba en cementerios.

Baudelaire nació en el año de 1821, época en que los mexicanos celebraban la consumación de la Independencia en contra de los españoles, dicha consumación se finaliza con el Abrazo de Acatempan, entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, paralelamente en ese año nacía en París Charles Baudelaire.

Los valores de su obra abren la puerta a la modernidad. Se comenta que apreciaba la música de Wagner. Fue un caballero parisino a pesar de no tener francos en su bolso. Aconsejaba a los escritores no perder la pasión.  Alegóricamente Baudelaire siglos después sigue siendo una luciérnaga que ilumina una biblioteca de Arteaga bajo el cielo de una noche estrellada.