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Vasconcelos, “Caballero del Alfabeto” 2

Argumentaba que en la sociedad son más importantes los hombres de ideas versus que los hombres de letras, los primeros influyen, sienten la necesidad de manifestar grandes cosas.

Su generación se interesó más por la historia griega, que por la historia de México; aconsejaba: “Lee los libros esenciales, bebe leche de leonas; gusta el vino de los fuertes…”

Perteneció al grupo Ateneo de la Juventud, discutían y desentrañaban temas filosóficos (Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso, Alfonso Reyes). Ahí divagaban de todo: Kant, Buda, Weber, Schopenhaver, Nietzsche, Hegel. 

Decía que la literatura debe ser protesta. Que en Grecia triunfaba el bien o la protesta de Esquilo o Aristóteles. Proust vivió en una sociedad francesa libre. Y decía que él vivió una sociedad atada de pies y manos.

Era un maestro que escribía de prisa porque las ideas no se le venían de golpe, su método fue la inspiración y el trabajo, su sistema era: metafísico y estético.

Cuenta que, en una cervecería de New York, el poeta Thomas Walsh le aconsejo a él y Pedro Enrique Ureña.

“Si ustedes, los iberoamericanos, en vez de discutir horas escribieran un poco de lo que hablan podrían hacer obra perdurable, genial”.[1]

Vasconcelos fue el gran hallazgo de Obregón, fue un sembrador de la cultura nacional, propuso a las nuevas generaciones tomar en cuenta la historia pasada.

“…como secretario de Educación, Vasconcelos ofrece los muros de los edificios estatales a los pintores para que realicen en ellos un arte monumental y público, un arte que narre con lenguaje propio la historia de nuestro pueblo. Surge, así, el muralismo mexicano.”[2]

Su libro de Ulises Criollo se iba a llamar Odiseo en Aztlán. Su obra preferida de niño fue la historia de Jesucristo de Louis Veillonti. No le perdona a Goethe su servilismo a favor de los poderosos; proclamaba a Dante y Platón como prototipos de la grandeza humana.

Lector de Plutarco y Alejandro Magno; le conmovió la vida de Julio César, en especial, porque se hacía viejo y no había consumado un acto ilustre, eso lo ponía a meditar su existencia.

Vasconcelos fue un intelectual que reconoce a los maestros joviales y caducos, y recomienda hacer un alto, examinar la brújula y orientar el rumbo.


[1] Carballo, Emmanuel. (1994). Protagonistas de la literatura mexicana. Editorial Porrúa. Cuarta edición. p.p. 6 México, D.F.

[2] Carballo, Emmanuel. (1994). Protagonistas de la literatura mexicana. Editorial Porrúa. Cuarta edición. p.p. 30, México, D.F.