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Vergüenzas por la cultura

Durante los últimos cinco años de mi estancia en París, viví algunas temporadas solo, otras con mi hermano o mi primo, que llegaron a vivir un tiempo ahí, también Luis González de Alba estuvo un año en mi departamento de la calle Monsieur Le Prince número 62, casi en la esquina con el boulevard Saint-Michel, a unos metros de la calle Soufflot, donde está el extraordinario y bellísimo Jardín de Luxemburgo, calle que desemboca en el Panteón, donde están enterrados los hombres ilustres de Francia.

Por el boulevard Saint-Michel, a una cuadra del edificio donde vivía, está una pequeña plaza, llamada la Place de la Sorbonne, que da a la entrada principal de la universidad. En esa plaza hay (o había, no sé si sigan ahí) cafeterías, pequeñas papelerías y otros comercios, y en la esquina estaba la Librería Universitaria, que tenía un catálogo completísimo por ser, precisamente, universitaria.

Por esa época estaba en auge la autora norteamericana Anne Rice, que tiene una estupenda saga de novelas de vampiros, que aún ahora continúa escribiendo. La saga comenzó con la famosa «Entrevista con el vampiro», que años después se filmó con Tom Cruise y Brad Pitt en los papeles protagónicos, bajo la dirección de Neil Jordan. Me enteré de que había salido una nueva novela de Anne Rice y salí disparado a la Librería Universitaria. Estaba casi vacía, pues era sábado, temprano. Entré y pregunté por el libro de Anne «Ráis» (como se pronuncia el apellido en inglés).

De inmediato un dependiente se puso a buscarlo, revisó anaqueles y registros y no lo encontró. Entonces otro joven se unió al primero para buscarlo, y tampoco lo encontraron. Luego de más de media hora, me pidieron que escribiera el nombre de la autora. Anne Rice. Se golpearon en la frente al ver el nombre y casi me gritaron: Anne «Ris» (como ellos la conocían, con la pronunciación en francés). Casi me matan. Uno de ellos se dirigió a un estante, lo localizó en 10 segundos, lo sacó de ahí y me lo entregó de mala gana, con una falsa sonrisa. Salí apenado.

En fin, ya lo tenía, y a pesar de la vergüenza iba feliz con el libro, ya no recuerdo si era «Lestat», el segundo de la serie, o «La reina de los condenados», el tercero.

Otro libro de éxito, que causó una gran polémica, fue uno escrito por dos doctores e investigadores que estudiaron el problema de los altos suicidios en Europa y decidieron ayudar a los posibles suicidas. El título: «El suicidio, modo de empleo». El volumen, por lo que había leído en el periódico «Liberación», era en realidad una serie de recetas para llevar a cabo un suicidio exitoso, sin dolor y con elementos fáciles de conseguir.

El éxito fue inmediato. De nuevo salí corriendo a la Librería Universitaria, sin tener en cuenta mi experiencia anterior debido al vampirismo y a errores de lenguaje. Llegué a la librería, que en esta ocasión estaba llena de clientes buscando libros, por lo que podía ver y oír, de los temas más diversos. Me dirigí a un dependiente que parecía desocupado y me dijo era él el administrador pero que me ayudaría con gusto a encontrar lo que buscaba. Le agradecí mucho su amabilidad, y me pidió el nombre del libro y el nombre del autor.

Pomposamente le dije: «El suicidio, modo de empleo», y antes de que yo pudiera decirle los nombres de los autores, vi que el administrador estaba ya de color rojo, fúrico. Me gritó que qué clase de librería creía yo que era esa, que ellos no vendían esa clase de basura, que ahí sólo tenían libros decentes.

Para esto, ya los dependientes y todos los clientes habían volteado a verme. El tipo, con aspavientos y gritos, iba caminando frente a mí y yo retrocedía asustado. Nadie sabía qué libro buscaba yo, pero hacían comentarios entre ellos. Una señora dijo en voz alta: «Estos extranjeros creen que pueden conseguir pornografía en cualquier parte». Ella había escuchado mi acento latinoamericano cuando yo trataba de calmar al administrador.

Yo también estaba rojo, pero de vergüenza, otra vez y en el mismo lugar. Trataba de salir con rapidez, pero la gran cantidad de clientes que había se interponían entre la salida y yo. Luego de varios segundos, que me parecieron horas, logré salir de la librería, y aún escuché al administrador gritarme: «¡Esta es una librería decente, no vendemos basura!» Avergonzado, avergonzado por la cultura, regresé a mi casa.

Aprendí la lección sobre la moral de los franceses. Investigué y di con la librería que vendía el libro. Entré y, con voz muy ronca, me dirigí al dependiente y le pregunté si ahí vendían esa basura, esa porquería de libro llamado «El suicidio, modo de empleo», y se me acercó de pronto el dueño del negocio y me gritó: «Este es mi establecimiento y vendo lo que quiero. Si no le gusta ese libro, no lo compre. Estoy harto de mojigatos como usted que queman libros. Sí vendo ese libro y no es basura ni porquería. Si no lo va a leer, para qué lo busca. Lárguese de aquí». Salí más enrojecido que las otras veces. Tuve que mandar a un amigo a que me lo comprara.

El título del libro en francés es «Sucide, mode d’emploi». Los autores son Claude Guillon e Yves Le Bonniec. Fue editado por Alain Moreau. Tiene 270 páginas. La primera edición se agotó en dos semanas. Debido a la polémica, el ministro de Salud propuso que la Justicia determinara acerca de su difusión. Los autores y editor alegaron que no querían hacer un elogio del suicidio ni promoverlo, que se trataba de un trabajo serio que pretendía ayudar a conseguir una muerte dulce a quienes ya estuvieran decididos a quitarse la vida, pues dispararse, lanzarse al metro, tomar venenos, cortarse con cuchillos, y la utilización de otros métodos pueden ser dolorosos y, peor aún, pueden fallar, con todas las consecuencias que eso trae. La idea no era alentar el suicidio sino ayudar a morir sin dolor y sin errores a quienes estuvieran decididos a hacerlo. El editor distribuyó el 12% de la primera edición entre la prensa y todos los medios callaron y no se pronunciaron con objetividad por temor a sus lectores, o porque conocían a algún suicida.

Tiempo después de que se agotó la primera edición, y luego del proceso correspondiente, se prohibió que se siguiera vendiendo. Ya no se puede conseguir. Pero yo lo tengo… y puedo vender, por un precio módico, algunas de las recetas.