Internacional

50 años de la masacre de los Juegos Olímpicos de Múnich

Alemania Occidental, en esos momentos dividida, estaba tratando de desprenderse de la imagen negativa de su pasado nazi, proyectando una imagen de armonía al mundo

Múnich, Alemania. – (Agencias) Hace 50 años, un lunes 5 de septiembre de 1972, un grupo de milicianos palestinos se introdujeron a la Villa Olímpica en Múnich, Alemania, y entraron a los dormitorios de la delegación de los deportistas de Israel, en una ataque que mantuvo al mundo aterrado y que terminó con la muerte de 11 personas, entre atletas y entrenadores israelíes y un policía alemán, y desencadenó una crisis internacional.

Anunciados como “Los Juegos Olímpicos de la serenidad” de 1972, fueron los primeros en ser transmitidos internacionalmente por televisión. Alemania Occidental, en esos momentos dividida, estaba tratando de desprenderse de la imagen negativa de su pasado nazi, proyectando una imagen de armonía al mundo, pero también para borrar los recuerdo de los Juegos Olímpicos de 1936 que sirvieron de plataforma para la propaganda de Hitler.

Fueron los juegos donde el nadador estadounidense Mark Spitz ganó seis medallas de oro en natación estableciendo un récord que duró hasta los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, con el nadador Michael Phelps, también de Estados Unidos. La gimnasta de la Unión Soviética, Olga Korbut, apodada la “Gorrión de Minsk”, se convirtió en una estrella internacional con sus actuaciones en la barra de equilibrio, ejercicios en piso y barras asimétricas.

Pero la armonía se hizo añicos la madrugada del 5 de septiembre de 1972, cuando ocho milicianos palestinos miembros de Septiembre Negro, que buscaban llamar la atención a favor de la causa palestina, asaltaron los dormitorios de los 11 atletas y entrenadores israelíes. Los líderes del grupo palestino pensaron que la audiencia televisiva internacional los pondría en el mapa.

Los palestinos de inmediato mataron a dos atletas israelíes y tomaron como rehenes a 9 de ellos a quienes esposaron y golpearon. Los milicianos exigieron que Israel, Alemania Occidental y otros países liberaran a 200 presos políticos. Dieron un límite de tiempo para que se cumpliera su demanda y, a partir de ahí, comenzarían a matar a un rehén cada hora hasta que fueran liberados todos los prisioneros.

“Las Olimpiadas de la serenidad se han convertido en lo único que los alemanes no querían que fueran: las Olimpiadas del terror”, dijo el locutor de ABC-TV Jim McKay a su audiencia en ese momento, según aparece en el documental de 1999 “One Day in September (Un día en septiembre)”.

Un palestino cubierto con pasamontañas salió al balcón del apartamento de la delegación israelí sosteniendo una ametralladora siendo captado por un fotógrafo. La imagen publicada se convirtió en un icono mundial del movimiento anarquista. Las autoridades se pusieron en contacto con los funcionarios israelíes, expertos en rescate de secuestros, pero al final decidieron rechazar su ayuda.

Las autoridades ya habían sido alertadas de una posible acción de parte de las milicias palestinas, pero preocupados por la imagen de serenidad, la policía decidió no poner agentes armados en los lugares olímpicos, así que los agentes estaban desarmados. Las siguientes 20 horas transcurrieron en una serie de actos frustrados de rescate por parte de los agentes alemanes, incluyendo cuando las cámaras de televisión captaron en vivo una operación de la policía que los palestinos vieron en la televisión en el departamento donde se habían refugiado.

Mientras esto pasaba, las autoridades de Estados Unidos sacaron a Mark Spitz de la Villa Olímpica por temor a que fuera un objetivo de los secuestradores. Con las conversaciones estancadas, los palestinos solicitaron un avión para llevar a los nueve rehenes a un país árabe para continuar con las negociaciones. Las fuerzas alemanas urdieron un plan. Llevarían a cinco francotiradores a Fürstenfeldbruck, una base militar de la Fuerza Área alemana a las afuera de Múnich, y pondrían a policías dentro del avión para detener a los secuestradores.

Debido a que las leyes alemanas en ese momento prohibían la intervención del ejército en asuntos civiles, la policía bávara, sin experiencia, tuvo que hacerse cargo de la operación. Guido Schlosser, un policía de 21 años, recién salido de la academia, fue llamado para que se integrara con otros 13 agentes al grupo que sería puesto en el avión de Lufthansa que abordarían los miembros de Septiembre Negro, dijo en una entrevista por correo electrónico.

El oficial de policía a cargo “no vio ninguna posibilidad de éxito en dominar a los terroristas en los confines del avión y dijo que era una misión suicida”, dijo Schlosser, de 71 años, quien se jubiló después de 42 años como oficial y detective. El oficial propuso votar si se abortaba la misión, pero los jóvenes e inexpertos agentes de la ley acordaron abandonar el avión.

Cuando aterrizó el helicóptero con los atletas israelíes y los miembros de Septiembre Negro, estalló el caos. Dos de los palestinos subieron al avión y se dieron cuenta de que no había tripulación ni combustible y que era un montaje. Los palestinos dispararon y lanzaron granadas al helicóptero matando a todos los atletas israelíes y a un oficial de la policía alemana. Cinco palestinos murieron en el acto y tres fueron arrestados.

Las familias de los 11 israelíes asesinados han denunciado cómo las autoridades alemanas manejaron el episodio. Al buscar respuestas, los miembros de la familia dijeron que encontraron obstrucciones y, a veces, hostilidad.

“Después de que sucedió por primera vez en 1972, un funcionario me dijo: ‘Ustedes, los judíos, trajeron el terror’ y se negaron a publicar ningún documento”, dijo Ankie Spitzer, cuyo marido, Andre, entrenador olímpico de esgrima, fue asesinado durante el enfrentamiento de rehenes.

Después de ofrecer una cantidad de 200,000 euros a cada familia de los atletas asesinados, Spitzer dijo que era “un insulto” y que mejor se quedaran con su dinero. Tras amenazar con bloquear el 50 aniversario luctuoso, Alemania acordó pagar 28 millones de euros, 1.2 millones para cada familia.