Sao Paulo. – (Agencias) Sin duda, en el confinamiento en su departamento, a las afuera de Sao Paulo, por la pandemia, Luis da Silva, de 75 años, pensaba en su regreso a la vida política.
Golpeado por sus enemigos, encarcelado por corrupción, este viejo lobo político sabía que en la política siempre hay una revancha, y la esperaba con ansias.
Sin embargo, el lunes en la tarde lo sorprendió la noticia: el juez de la Suprema Corte, Edson Fachin, había anulado la sentencia de 20 años por corrupción que pesaba en su contra, en una sorprendente decisión.
Este fallo le restaura sus derechos políticos y le permite contender en las elecciones presidenciales de 2022, después de haber gobernado Brasil de 2003 a 2011.
La contienda, a pesar de que aún faltan 18 meses para su realización, ya ha calentado el ambiente político brasileño. El regreso de Lula, el carismático líder de la izquierda sin duda polarizará aún más al país.
Y, prácticamente, elimina las posibilidades de un tercer o tercera contendiente del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro.
El magistrado del caso invocó una cuestión procesal para poner fin, momentáneamente, a la larga batalla político-judicial que llevó a la detención del Lula en abril de 2018.
Con Lula fuera del panorama político, la presidencia se le abrió sin ningún obstáculo al excapitán paracaidista Jair Bolsonaro.
Lula fue liberado en noviembre de 2019, después de pasar 580 días de prisión.
Sin embargo, aún no se ha concluido el proceso. El juez Fachin consideró que el tribunal de Curitiba, al sur del país, “no era competente” para juzgar a líder del Partido de los Trabajadores, trasladando todos los juicios al Tribunal Federal de Brasilia.
El Fiscal General de Brasil ha anunciado que apelará la decisión en los próximos días.
Lula recibió condena en dos casos de corrupción y lavado de dinero. La primera, una condena de nueve años y seis meses de prisión, por la compra de un apartamento tríplex frente al mar.
Y, la segunda, doce años y once meses, por trabajos en una finca rural de Atibaia, en el estado de Sao Paulo. También, fue procesado, pero no condenado, en otros dos casos relacionados con el Instituto Lula.
Los críticos vieron esta decisión de Fachin, que tardó cuatro años en darse cuenta de que el Tribunal de Curitiba era incompetente, como una medida para salvar la famosa operación “Lava Jato”, la red de lavado de dinero que involucró a grandes corporaciones y políticos brasileños y extranjeros.
Donde un pequeño juez obstinado, Sergio Moro, avecindado en Curitiba, había trazado poco a poco los hilos que lo llevaron a la cima.
Fue cobijado por Bolsonaro como su Ministro de Justicia estrella, hasta que puso al descubierto las grabaciones que mostraban una colusión entre el juez y la fiscalía para condenar a Lula.
La operación “Lava Jato” se desvaneció a partir de ese descubrimiento. De acuerdo con los expertos legales, la Corte Suprema estaba a punto de aceptar los recursos de sospecha contra el juez Moro y su equipo, lo que sería el último clavo a la mayor operación anticorrupción en Brasil.
«La decisión del juez Fachin fue buena para Lula, excelente para Moro y excepcional para Bolsonaro. Sólo ha sido malo para Brasil», dijo el diputado brasileño del Partido Socialista Aliel Machado, resumiendo la opinión de muchos brasileños que no quieren una elección entre Lula y Bolsonaro.
«¡Repugnante!» exclamó un diputado bolsonarista. Jair Bolsonaro aseguró que «el pueblo brasileño no quiere un candidato como ese (Lula) en 2022«.