Cultura

Cada noche contigo, por Miguel Ángel Gómez

Uno. Cada noche contigo. Solos tú y yo en una casa de ladrillo rojo. ¿Existe algo más precioso que tu piel de porcelana? Morimos para el mundo y encontramos la vida eterna yendo hacia la montaña -como Mahoma-, cada noche contigo. Cada noche contigo comprendo mis irracionales comportamientos, no tengo lágrimas que formen un mar salido de lo oscuro en un vaso de la nevera. No vemos películas rayadas, mis muebles y mis libros no quedan depositados en un almacén. Sin ti estaba imbuido, matizado con la noción del pecado por un sentimiento de culpabilidad. Pienso en ti, brillante y privilegiado. Ruego constantemente que venga ya la noche para verte. No habrá peleas, eres la que adoro tan alegre, tan tierna, tan viva. ¡Qué galaxia loca cuando no estabas! Podía haber sido el protagonista de una novela de Walter Scott. Mis pensamientos ruedan como bolos. ¡Lógico, lógico! El amor tiene razones suficientes para no derrumbarse cada noche contigo.

Dos. Dime otra vez: “Me compré un billete de ida a San Francisco”. Dibujaremos por sobrellevar el paso del tiempo. Apenas es necesario, en verdad, el jardín que funciona sin horario y, atrayendo a sucios hierbajos húmedos, siento el temor de extraviarme de uno de ellos. Me pregunto si la lluvia brilla triste sin galletas de la suerte. “No habrá mucho tráfico cuando entremos en San Francisco, cuando entremos”. Te amé sin cadenas que sospecharan una comprensión. El verdadero sitio se ha movido demasiado. Expresa todo poética y musicalmente. El sufrimiento sale de su reloj y busca trabajo. Todo va bien, ya no soy un escuchimizado, los leones no pueden intimidarme. La loma tiene la mandíbula plana y antes que ver al esclavo torturado, desciendes del trono para decir: “Tendría que haberlo visto”. Pero, oye, vastas cumbres encuentran mis motivos de los actos realizados. Soy como el hombre de San Francisco, que observa lo brumoso. No hay autobuses por senderos perdidos. Es una pena y una lástima que no tengan piedad de mí los candelabros que hacen informes.

Tres. Ah, Molloy, pensaste que esta semana no se te ocurriría escribir. Eres el Bondadoso, solo teniendo fuerza puedes lograr todo. El Genio se aferra a su bolso. Al Manifestador, mientras espera el ascensor, lo alcanzan. Beckett maúlla amargamente. Cinco de la mañana, campanas lejanas sin forma negativa de la creación. Los bosques siguen cayendo, talados bosques de Arden. ¡Venga, dispara sin manos! Soy de la ciudad natal del Gran Molloy. Ha empezado su odisea. No lo atraparon las máscaras que ocultan el poder y el dinero.