Calais, Francia. – (Agencias) La desgracia de los pueblos, cualquiera que estos sean, es la guerra. La invasión de Ucrania ha puesto de relieve no solo lo que hay detrás de la guerra, sino como Occidente ha reaccionado ante un tema tan delicado como son los refugiados.
Calais, en el norte de Francia, ha representado el lugar de llegada y salida de la migración proveniente, por lo general, de África y países de Oriente Medio con rumbo a Reino Unido y otros países de Europa. Quedan grabadas las escenas de las casas de campañas a lo largo de los años y, recientemente, la tragedia de 27 de ellos que intentaron cruzar el Canal de la Mancha y murieron en el intento.
Y aquí surgen las historias de los refugiados. Han llegado a Calais los refugiados de Ucrania, millones de ellos han huido de su país y son varios los países que han abierto sus puertas para recibirlos. Sus historias se entrelazan con los refugiados africanos o de Oriente Medio.
Una historia similar que contar una mañana reciente en Calais, es la de una joven madre ucraniana y un hombre de 41 años de Sudán, ambos contaron como huían de la guerra. Yuliia Vyshnivecka había escapado de la invasión rusa con su hija de 4 años; Ahmed huía de la guerra civil. Ambos estaban exhaustos, hambrientos y enfrentados a la posibilidad de no llegar a su destino anhelado: Gran Bretaña. “Si no obtengo la visa, regresaré a Ucrania”, dijo Vyshnivecka, al borde de las lágrimas.
Pero al final del día, la fortuna había sido diferente para ambos refugiados. Horas después de llegar a Calais, Vyshnivecka y su hijo fueron recibidos por funcionarios de inmigración británicos y subieron a un autobús rumbo a Reino Unido. Ahmed, después de haber llegado hace un año a Calais, se quedó estancado.
“Son europeos”, dijo Ahmed sobre los refugiados ucranianos. Se arremangó la sudadera con capucha y señalándose la piel dijo: “África, eso es diferente”.
Nada como Calais para simbolizar las políticas restrictivas de inmigración de Europa. Y con la llegada de los primeros refugiados de Ucrania, pocos lugares ilustran tan vívidamente el trato diferencial que reciben los refugiados escribió The Washington Post.
La policía de Calais es conocida por confiscar constantemente las tiendas de campaña y sacos de dormir de refugiados y migrantes que se instalan en campamentos desolados en las afueras de la ciudad. Largos tramos de alambre de púas mantienen a los solicitantes de asilo alejados del Túnel del Canal que conecta Gran Bretaña con Europa continental.
Sin embargo, hay cientos de ellos que mueren aferrados a camiones que van con rumbo a Gran Bretaña o en pequeñas y frágiles embarcaciones que se aventuran por las aguas traicioneras del Canal de la Mancha. Para aquellos que logran llegar a Inglaterra, les espera una fría recepción por parte del gobierno británico decidido a poner fina a la afluencia de migrantes, enviando si es necesario a la Royal Navy.
Pero mientras que la gran ola de migrantes anteriores se enfrentaban a tortuosos procedimientos de asilo, largos y, a menudo, sin éxito, las autoridades de los países europeos se apresuran a pasar por alto y suspender las normas existentes para acoger a los refugiados ucranianos. Mientras que otros pagaron a los contrabandistas para cruzar el Mediterráneo, las compañías ferroviarias europeas han dado transportación gratuita a los refugiados ucranianos.
Un sitio web, instalado por el gobierno francés, conecta a los refugiados ucranianos con voluntarios dispuestos a acogerlos. En Calais, los refugiados y migrantes africanos o de países árabes aún están en casas de campaña en desolados campamentos a las afuera de la ciudad, sin embargo, la ciudad ha destinado como refugio para los ucranianos un alberge en la playa central, de acuerdo con The Washington Post.
Para los grupos de apoyo a los migrantes que han trabajado duro en la ciudad durante años, las diferencias han sido asombrosas. Habían suplicado a los diferentes gobiernos británicos que han pasado que abrieran centros de solicitud de asilo en la costa francesa, para evitar los mortales cruces a los que se arriesgan en pequeñas embarcaciones o camión. En noviembre pasado, en una de las peores desgracias, 27 migrantes murieron cuando su embarcación se volteó.
También, las organizaciones no gubernamentales que defienden a los migrantes habían solicitado a los funcionarios franceses a dar un refugio más humano o al menos evitar que los agentes de policía se lleven los sacos de dormir de las personas en pleno invierno.
“Siempre nos dijeron que era imposible”, dijo William Feuillard, coordinador de la ONG L’Auberge des Migrants en Calais. Aceptar esas demandas, coincidieron durante mucho tiempo los funcionarios franceses y británicos, solo fomentaría la inmigración ilegal. Pero de la noche a la mañana, lo que durante mucho tiempo fue imposible ya no lo es, aunque solo sea para un grupo de refugiados.
Aplauden el trato acogedor dado a los refugiados ucranianos, pero quieren verlo también en otros refugiados. Los grupos reconocen las diferencias entre los dos grupos de migrantes. Mientas que, en el caso de los refugiados ucranianos, la mayoría son mujeres y niños; en el caso de los otros, los que se han quedado atrapados en los campamentos a las afueras de la ciudad, la mayoría son jóvenes de Medio Oriente y África. Los grupos que abogan por los derechos de los migrantes, rechazan el argumento de que esos grupos tienen motivos diferentes, o que uno tiene más méritos universales.
