San Diego, California. – (Agencias) A principios de mayo, un sábado, María Eugenia Chávez Segovia llamó por teléfono a su hijo menor para decirle que regresaba a casa, primero a la Ciudad de México y de ahí a la remota aldea en el estado de Querétaro donde se creó.
María Eugenia había pasado los últimos tres meses tratando de cruzar la frontera a los Estados Unidos y reunirse con sus hermanos en el Valle de San Joaquín, California, para trabajar en el campo.
De acuerdo con Los Ángeles Times, atrapada dos veces y cansada de la ciudad de Tijuana, María Eugenia, madre soltera de 41 años, estaba lista para regresar.
Ese lunes, su hijo menos, José Jael Antonio Chávez fue a recibirla a la Ciudad de México. Pero nunca llegó.
María Eugenia decidió hacer el último intento. Cuando no se presentó, los familiares en California, después de haber escuchado de la tragedia de un bote que se hundió en Point Loma, se preguntaron si pudiera haber estado en el bote.
Lo peor se confirmó, María Eugenia Chávez Segovia había sido una de las tres mujeres mexicanas ahogadas en su intento de pasar a bordo de un pequeño bote sobrecargado que encalló el 2 de mayo en Pont Loma, California, justo un día después de que había hablado con su hijo menor.
El trágico final de María Eugenia, pone de relieve la vulnerabilidad de los migrantes desesperados por alcanzar el sueño dorado de llegar a los Estados Unidos.
Dejó a sus seres queridos con preguntas que no tendrán respuesta. Sus sueños se hicieron añicos a pocos metros de la seguridad y de una vida mejor para su familia.
José, su hijo menor se pregunta, llorando, mientras espera le entreguen los restos de su madre, “si ella me dijo el sábado que iba a volver el lunes ¿Por qué cambio su decisión de la noche a la mañana?”.
Sus restos y los pocos artículos con que abordo la pequeña embarcación – su identificación, estampas con oraciones, su rosario, un cargador blanco pero sin teléfono, y algunos pesos mexicanos- fueron entregados el pasado miércoles a la casa de su madre, donde creció.
La casa está ubicada en el aislado pueblo de El Rincón de San Ildefonso, en el estado mexicano de Querétaro, un pueblo rural de unos 2,000 habitantes, a dos horas en carro de la capital de México.
María Eugenia se encontraba entre los 32 migrantes en la sobrecargada embarcación que naufragó, dijeron las autoridades estadounidenses.
De acuerdo con los documentos judiciales, los pasajeros todos mexicanos excepto un guatemalteco, había acordado pagar entre 15,000 y 18,000 dólares por pasar.
Los sobrevivientes se encuentran detenidos como testigos contra el capitán, Antonio Hurtado, un ciudadano estadounidense de 39 años, acusado en una corte federal de San Diego.
