Nacional

Educación socioemocional e inclusiva para ciudadanos del siglo XXI


“Aprender sin reflexionar, es malgastar la energía “. Confucio.
El ser humano nació para romper esquemas, para evolucionar, pero, parece que lo olvida.
La vida avanza a un ritmo vertiginoso

, tan rápido, que muy pocos lo alcanzan a advertir.
 Así, de pronto llegó el siglo XXI y en un abrir y cerrar de ojos, han transcurrido ya más de dos décadas de esta nueva era.
Muchos esquemas en los que se pretende  “encajonar” a los niños, adolescentes y jóvenes hoy en día, son del siglo pasado, por ello, no logran adaptarse a tales esquemas, les resulta simple y sencillamente imposible.
Uno de esos esquemas, y el más importante en la historia del ser humano para el crecimiento individual y social, es la educación.
Es preocupante ver que el sistema educativo

en México no responde a las necesidades contextuales del siglo XXI, a los requerimientos del nuevo ciudadano de esta etapa.
Los niños, adolescentes y jóvenes de este siglo, nada tienen que ver con los que nacieron y crecieron durante el siglo pasado.
La educación se ha venido enfocando primordialmente al área intelectual, lo cual conlleva a un rotundo fracaso en cuanto a la formación armónica e integral de los seres humanos.
Lo que se vive hoy en día, es el sustento para atreverse si o si a romper paradigmas, brindando una educación tendiente a favorecer que los niños, adolescentes y jóvenes desarrollen competencias cognitivas y socioemocionales que les permitan ser felices y afrontar con éxito los desafíos contextuales que se enmarcan en este siglo. Ya nada es como antes.
Las constantes olas de información y desinformación que se transmite a raudales a través de las redes sociales, se convierten en activos distractores que alejan a los niños, adolescentes y jóvenes del estudio, de la lectura, de la convivencia, del análisis y de la reflexión.
Imágenes crueles de la atroz guerra en Ucrania, que pareciera que se detuvo la evolución humana y se cayó en una regresión abismal.
La violencia en nuestro país, las masacres, asesinatos a sangre fría, la violencia de género, la polarización sociopolítica, familias disfuncionales, secuestros, extorsiones, asaltos, suicidios, bullying, etc.
Además de lo anterior, sucedió algo realmente terrible, inconcebible hoy en día, la pandemia por Covid 19. Este mal desenmascaró tantas cosas. La ciencia no está tan desarrollada como se creía, pues, no pudo impedir la muerte de cientos de miles de personas en el mundo. Los países ricos han generado un sinnúmero de armamento altamente sofisticado, capaz de matar, de destruir, pero no fueron capaces de generar rápidamente vacunas para salvar la vida a tanta gente que pereció.
Casi todos sufrimos la muerte de un familiar o conocido por covid 19, todos nos escondimos, nos arrinconamos donde creíamos que no nos alcanzaría el covid, pero fue en vano, a todos afectó la pandemia, ya se de manera biológica y/o emocionalmente.
Los daños causados por todo lo descrito anteriormente, están en algún lugar de las emociones de cada ser humano que hoy respira, en algunos, ya en forma de cicatriz, pero que aún duele si la tocas. No se ven porque están por dentro de la persona, pero sin embargo ahí permanecen y pareciera que nadie hace nada para sanar a los ciudadanos del siglo XXI que cargan con ello.
Es necesario que los niños, adolescentes y jóvenes caminen seguros de sí mismos por la vida, que comprendan su esencia individual y social, que sepan colaborar y trabajar en equipo, que no se rindan ante los tropiezos, que no teman a los retos, que deseen y piensen siempre en vivir, jamás en morir.
Para lograr este gran reto, los niños, adolescentes y jóvenes deben recibir en la familia mucho amor, atención y buenos ejemplos, priorizando el diálogo y el respeto de reglas.
Por otro lado, se deben romper paradigmas en la educación, dejar atrás esquemas que son obsoletos hoy en día.
Es impostergable brindar en México una educación con un enfoque socioemocional e inclusivo, con metodologías abiertas a la diversidad, para lograr que los niños, adolescentes y jóvenes aprendan a aprender felizmente, que interactúen consigo mismos, con el objeto de estudio y con los demás, pero, por sobre todas las cosas, que abracen a la felicidad trabajando colaborativamente, trabajando con sentido, desarrollando estrategias para vivir exitosamente, que fortalezcan la inteligencia intrapersonal  y la interpersonal para que comprendan que se tienen así mismos, que nunca están solos y que aprendan a vivir y a crecer en sociedad.
El nuevo paradigma educativo, debe preocuparse   no porque el alumno resuelva en las tareas decenas de ejercicios de manera mecánica en los libros y cuadernos, sino porque el alumno reflexione sobre lo que aprendió en clase, porque lo aplique en su contexto, porque esté motivado para vivir, para triunfar y para regresar al día siguiente a clases a seguir construyendo y así, vivir inmerso en un círculo virtuoso.
Una educación socioemocional e inclusiva que priorice las emociones de los alumnos como punto de partida, que seduzca pedagógicamente para que los aprendizajes y la educación en sí, sean un deleite.
Los niños, adolescentes y jóvenes del siglo XXI, nada tienen que ver con aquellos del siglo pasado, estos nuevos ciudadanos, que caminan con tantas cicatrices en su interior, no pueden ni deben ser educados con un esquema destinado a niños, adolescentes y jóvenes del siglo pasado.
Siempre, pero sobre todo hoy en día, educar sin tocarse el corazón y sin tocar el corazón de los alumnos, es, educar sin sentido.
Es impostergable recurrir a una educación socioemocional e inclusiva.

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