Religión

El Evangelio de hoy 26 de Marzo: “Yo soy la resurrección y la vida”

Del santo Evangelio según san Juan: 11, 1-45

En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las doshermanas le mandaron decir a Jesús: «Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo».

Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: «Vayamos otra vez a Judea». Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?» Jesús les contestó: «¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la luz».

Dijo esto y luego añadió: «Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo». Entonces le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, es que va a sanar». Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Ahora, vamos allá». Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: «Vayamos también nosotros, para morir con él».

Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano.

Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas».

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Ya sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: «Ya vino el Maestro y te llama». Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar allí y la siguieron.

Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano». Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: «¿Dónde lo han puesto?» Le contestaron: «Ven, Señor, y lo verás».

Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: «De veras ¡cuánto lo amaba!» Algunos decían: «¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?»

Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: «Quiten la losa». Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días». Le dijo Jesús: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la piedra.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Luego gritó con voz potente: «¡Lázaro, sal de allí!» Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo, para que pueda andar».

Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. 


Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXIÓN

Nos preparamos a celebrar la muerte de Jesús y su resurrección. En este domingo la Palabra de Dios destaca la fe  como confianza. Recomendación imprescindible cuando estamos viendo tantas heridas y tantas víctimas en nuestro mundo mientras aparentemente Dios guarda silencio ¿Estamos solos en la vida? ¿nuestro destino final es la nada y el fracaso? ¿merece la pena seguir buscando más humanidad si todo termina en el sepulcro frio y mudo?

A estos y otros interrogantes parecidos responde hoy la Palabra de Dios. 

En la primera lectura el sacerdote Ezequiel está sufriendo con otros judíos el destierro en Babilonia y como profeta trata de levantar el ánimo hundido los desterrados.   La segunda lectura -carta de San Pablo a los romanos- recuerda que los cristianos hemos recibido el Espíritu que da vida y nos levanta de la postración mortal en que nos sumerge nuestro radical egoísmo.  Finalmente la tercera lectura sugiere que la resurrección de Lázaro: es fruto del Espíritu que actúa en quienes que, a veces en silencio y a pesar de todo, siguen confiando.

Las tres lecturas traen un mensaje central: En las situaciones sombrías de nuestra existencia no estamos solos. Hay una Presencia de amor en la que existimos, nos movemos y actuamos.  Cuando nos abrimos a esa Presencia y nos dejamos seducir por ella  -es lo  que significa la fe-  somos capaces de vencer a la muerte. Y el Espíritu suscita en nosotros esa  fe o confianza en que, ocurra lo que ocurra, nuestro destino es la vida.