Ámsterdam, Holanda. – (Agencias) Las frustraciones económicas y sociales que ha dejado la batalla contra la pandemia han convertido a los Países Bajos, desde el fin de semana, en algo que desean evitar todos: en un campo de batalla contra las drásticas medidas para contener el virus.
Medidas que los países han establecido repetidamente, en la improvisación de una visión desordenada de respuesta a los brotes y contagios de la pandemia, todo ello alimentado con llamamientos a la violencia en las redes sociales.
No era difícil entender lo que vendría después de leer el tono de los mensajes, describe Le Fígaro, un movimiento negacionistas sobre la realidad del Covid, con mucha hostilidad hacía a los consejos de la ciencia y a las medidas de contención, que venía creciendo fuertemente.
De acuerdo con el corresponsal del periódico Trouw en París, Kleis Jager, existen diferencias que hay que saber distinguir de la revuelta contra el Covid en sí de los saqueos y violencia que han realizado en los distritos alzados de las grandes ciudades.
«Se necesitarán más pruebas para obtener una imagen más clara, pero hay varios tipos de «actores» en los disturbios», dice Jager.
Fue el anuncio del toque de queda, después del cierre de escuelas y empresas para contener el virus, el que prendió la inconformidad.
En Urk, un pequeño puerto pesquero que forma parte de lo que se conoce como el “cinturón bíblico holandés”, un soplo de la ira el sábado, provocó que los “rebeldes del Covid” prendieran fuego a un centro de atención Covid.
La población protestante es muy activa allí. Ya se habían rebelado contra la regla que limitaba a 30 los asistentes a un reunión al templo.
Acordaron iniciar la vacunación solo después de ver morir a uno de sus médicos por el virus y arrancar de sus manos el mayor número de fallecimientos.
Los disturbios se extendieron a varias otras ciudades provinciales el pasado fin de semana, principalmente al este y sur del país.
Un hospital fue atacado en Enschende, una ciudad al oriente que “representa sociológicamente a los Países Bajos con “cartones amarillos”, un país periférico que se siente aislado del centro”, comentó Kleis Jager.
En Eindhoven, los agentes de la policía fueron atacados con cuchillo antes de que la violencia se extendiera a los barrios marginales y con alta inmigración de las principales ciudades como Ámsterdam y La Haya, donde la policía fue brutalmente atacada.
Estamos experimentando acontecimientos dramáticos», dijo Cees van den Bos, alcalde de Urk, mientras que el alcalde de Eindhoven, John Jorritsma, habló de un «riesgo de guerra civil».
Duele, dijo Wytske Postma, diputada demócrata cristiano. “Hasta ahora, las tiendas de saqueo han sido algo que siempre hemos visto en otros países. ¡Aquí no!», dijo.
Cientos de arrestos
Las protestas se han intensificado particularmente en Rotterdam, donde el alcalde ha pedido una postura firme. El sindicato de policía holandés dijo que los enfrentamientos fueron los más duros en 40 años.
«Esto es inaceptable», dijo el Primer Ministro Mark Rutte. Es violencia criminal, vamos a tratarla como tal». Más de 200 personas fueron arrestadas.
A falta de un mes y medio para las elecciones parlamentarias, previstas para el 17 de marzo, Mark Rutte, cuyo gobierno dimitió, está a cargo de los días a día, tras un escándalo burocrático de subsidios familiares.
Este estallido de violencia revela las crecientes fracturas en la sociedad holandesa, a pesar de que el 82% de los holandeses aceptan medidas de contención y toques de queda.
Mientras condenaban la violencia, los partidos de extrema derecha y anti-Unión Europea de Geert Wilders y Thierry Baudet, han expresado su apoyo al espíritu de la revuelta.
Baudet dijo que era hora de que «todos juntos, los holandeses recuperen su libertad». Geert Wilders también denunció la introducción del toque de queda, recuperando puntos en las encuestas que le dan el segundo lugar en las intenciones de voto, entre el 18 y el 23%.
Por ahora, los observadores no creen que los disturbios puedan afectar la reelección de Rutte, sigue siendo el favorito, con el 40 % de los votos.
Pero los disturbios suenan como una advertencia, ya que la pandemia ha puesto a naciones enteras al límite. Según Kleis Jager, es difícil no trazar paralelismos entre los disturbios y los movimientos anti-Covid que Donald Trump había apoyado en el verano.
En Michigan, sus partidarios habían llevado a cabo, con sus armas, una ocupación de poder del parlamento local, para protestar contra las restricciones.
En Ámsterdam, una portavoz de los manifestantes llevaba una gorra trumpista «Make America Great Again».