CulturaLado B

¿Cuánta tierra necesita un hombre?, por Tolstói 13

VIII
Los bashkirios se reunieron y partieron, unos montados a caballo y otros en
carros.
Pajom cogió un azadón y se instaló en su propio carro, acompañado de su
trabajador. Cuando llegaron a la estepa, empezaba a amanecer. Subieron a una
colina, que en bashkirio se llama shijan. Se apearon de los carros, descabalgaron
y se reunieron. El jefe se acercó a Pajom y, señalando la estepa con la mano,
dijo:
—Toda la tierra que abarcas con la vista es nuestra. Elige la que quieras.
Los ojos de Pajom resplandecieron: toda la tierra estaba cubierta de hierba,
era lisa como la palma de la mano y negra como la semilla de la amapola; en las
hondonadas se veían hierbas de distintas clases, que llegaban hasta el pecho.
El jefe se quitó el gorro de piel de zorro y lo dejó en el suelo.
—Esta será la marca —dijo—. Partirás de aquí y aquí volverás. Y toda la
tierra que recorras será tuy a.
Pajom sacó el dinero, lo puso sobre el gorro, se quitó el caftán y se quedó
solo con la chaqueta sin mangas; luego se ciñó bien el cinturón bajo la panza, se
estiró, se metió en el seno una bolsa de pan, ató al cinto una garrafa de agua, se
ajustó las botas, cogió el azadón de manos de su trabajador y se dispuso a partir.
Estuvo un momento pensando por dónde empezar, pues toda la tierra le parecía
buena. « Da lo mismo —decidió—: iré hacia levante» . Se colocó de cara al sol y,
desperezándose, esperó a que despuntase en el horizonte. « No debo perder ni un
segundo se dijo. Con la fresca se camina mejor» . En cuanto surgió el sol, Pajom
se echó el azadón al hombro y se internó en la estepa.
Caminaba con paso intermedio, ni deprisa ni despacio. Después de recorrer
una versta, se detuvo, cavó un agujero, puso un montón de hierba sobre otro para
que se viese bien, y siguió adelante. Había entrado en calor y se movía con
mayor ligereza. Al cabo de un rato, cavó otro agujero.