CulturaLado B

¿Cuánta tierra necesita un hombre?, por Tolstói 3

II
Cerca de la aldea vivía una pequeña propietaria, dueña de una hacienda de ciento
veinte desiatinas. Antes siempre había vivido en paz con los mujiks, sin
perjudicarlos en modo alguno. Pero un día contrató como administrador a un
soldado retirado, que empezó a abrumarlos con multas. Por muy atento que
estuviera Pajom, tan pronto un caballo se metía en un campo de avena como una
vaca se colaba en el huerto o las terneras entraban en los prados; y cada vez
recibía una multa.
Pajom pagaba y luego, en casa, insultaba y pegaba a los suyos. Aquel verano
tuvo tantos quebraderos de cabeza por culpa de ese administrador que se alegró
cuando llegó el momento de encerrar el ganado en los establos; aunque le
molestaba tener que procurarse forraje, al menos estaría libre de temores.
Durante el invierno corrió la voz de que la señora quería vender la tierra y y a
estaba en tratos con el posadero del camino real. Los campesinos recibieron la
noticia con no poca inquietud. « Si el posadero se queda con la tierra —pensaban
— nos acribillará a multas; estaremos aún peor que con la señora. No podemos
vivir sin esa tierra; la compraremos entre todos» .
Así pues, una asamblea de campesinos fue a ver a la señora para rogarle que
no vendiera la tierra al posadero y le ofrecieron pagar un precio más alto. La
señora aceptó. Los campesinos trataron de concertarse para comprar toda la
tierra; se reunieron una vez y después otra, pero no se pusieron de acuerdo. El
diablo sembró la discordia entre ellos y no fueron capaces de alcanzar un
compromiso. Entonces los campesinos decidieron comprar parcelas individuales,
cada cual según sus medios. La señora aceptó también esa solución. Pajom se
enteró de que su vecino había comprado veinte desiatinas a la señora, que había
aceptado aplazar la mitad del pago hasta el año siguiente. Lleno de envidia,
pensó: « Comprarán toda la tierra y yo me quedaré sin nada» . Entonces decidió
hablar con su mujer.