CulturaLado B

¿Cuánta tierra necesita un hombre?, por Tolstói 6

Por esa época corrió el rumor de que la gente emigraba a lugares nuevos.
« No tengo ninguna razón para marcharme de mis tierras —pensó Pajom—,
pero si algunos de nuestros vecinos se fueran, viviríamos con más holgura. Me
quedaría con sus tierras y ampliaría mis propiedades. Entonces viviríamos mejor.
Ahora padecemos demasiadas estrecheces» .
Un día en que se hallaba en casa llamó a la puerta un mujik que pasaba por la
aldea. Pajom le ofreció un lecho donde dormir, le dio de comer y charló con él.
Entre otras cosas Pajom le preguntó de dónde venía. El mujik le dijo que venía
de más allá del Volga, donde había estado trabajando. Poco a poco el mujik le
contó que mucha gente se estaba estableciendo en aquellos lugares.
—Han venido campesinos de fuera, se han inscrito en el Registro y han
recibido diez desiatinas por cabeza —dijo—. Es una tierra tan buena que si
siembras centeno crece paja, hasta alcanzar la altura de un caballo, y tan grueso
que cinco puñados forman un haz. Un mujik pobre de solemnidad —añadió—,
que llegó sin un céntimo en el bolsillo, ahora tiene seis caballos y dos vacas.
Muy excitado, Pajom, pensó: « ¿Por qué pasar apuros y estrecheces aquí
cuando se puede vivir mejor en otro lugar? Venderé mis tierras y mi casa y con
ese dinero me estableceré y llevaré mi propia hacienda. Aquí, con tantas
apreturas, no hay quien viva. Pero antes es preciso que vaya a enterarme de todo
en persona» .
Ese mismo verano preparó lo necesario y partió. Descendió por el Volga en
un vapor hasta Samara y a partir de allí cubrió a pie unas cuatrocientas verstas.
Llegó al lugar y comprobó que todo lo que había oído era cierto. Los campesinos
vivían con holgura; cada hombre recibía diez desiatinas y en el Registro
inscribían de buena gana a los recién llegados. Si alguien llegaba con dinero,
además de la parcela que se le asignaba, podía comprar, con derecho a
perpetuidad, toda la tierra que quisiera. La tierra de mejor calidad se vendía a un
precio de tres rublos la desiatina. ¡Podía uno comprar cuanto se le antojara!
Una vez enterado de todo, Pajom regresó a su casa en otoño y empezó a
vender cuanto tenía. Vendió la tierra con beneficio, vendió la casa, vendió todo el
ganado, se dio de baja en el Registro y, cuando llegó la primavera, partió con su
familia a esos nuevos lugares.