CulturaLado B

¿Cuánta tierra necesita un hombre?, por Tolstói

I
UNA hermana may or fue al campo a visitar a su hermana menor. La mayor
vivía en la ciudad y estaba casada con un comerciante; la menor, mujer de un
campesino, residía en la aldea. Las hermanas bebieron té y charlaron. La mayor
empezó a alabar las ventajas de vivir en la ciudad, comentando qué espaciosa y
limpia era su casa, qué bien vestidos iban, qué elegantes prendas lucían sus hijos,
cuántas cosas buenas comían y bebían, cómo iba en carroza, acudía al teatro e
iba de paseo.
La menor, sintiéndose ofendida, empezó a menospreciar la vida de los
comerciantes y a ponderar la de los campesinos.
—No cambiaría mi vida por la tuya —dijo—. Será todo lo gris que quieras,
pero no sabemos lo que es el miedo. Es verdad que vuestro estilo de vida es más
refinado, pero no es menos cierto que, aunque algunas veces obtenéis grandes
ganancias, al día siguiente podéis perderlo todo. Recuerda lo que dice el
proverbio: « La ganancia es hermana de la pérdida» . A menudo sucede que hoy
eres rico y mañana estás mendigando un pedazo de pan. En cambio, la vida del
campesino es más segura: modesta, pero larga; nunca seremos ricos, pero
siempre tendremos qué comer.
Entonces la mayor dijo:
—¡Ya! ¡En compañía de cerdos y terneros! ¡Sin ninguna elegancia ni
modales! Por mucho que se afane tu marido, viviréis entre estiércol y entre
estiércol moriréis; y la misma suerte conocerán vuestros hijos.
—¡Qué se le va a hacer! —replicó la menor—. Nuestras labores lo exigen.
Pero en cambio nuestra posición es más firme; no tenemos que inclinarnos ante
nadie y a nadie tememos. Vosotros, en la ciudad, vivís rodeados de toda clase de
tentaciones; hoy todo va bien, pero mañana el demonio puede tentar a tu marido
con las cartas, el vino o una hermosa mujer. Y todo se convertirá en polvo.
¿Acaso no sucede así a menudo?